El oficio de partera en antaño fue esencial, esto es cuando aún no nacía la moderna medicina diplomada, aunque junto a esta consideración se las solía calificar como no competentes, por lo que en más de una ocasión sus quehaceres fueron sancionados por la ley, debido a errores fatales que incautamente cometían, fruto de las limitaciones de saberes que poseían. Estas limitaciones se presentaban en ocasión, por ejemplo, de un alumbramiento difícil o complicado, igualmente se apunta que durante la época colonial, un motivo de las defunciones infantiles estaba dado por la falta de desinfección al cortar el cordón umbilical lo que provocaba el temible tétanos.

No obstante de alguna manera u otra aún este oficio tiene vigencia y hasta posee cierta reputación social, sobre todo en aquellos lugares donde a falta de facultativos idóneos, son ellas las que asisten a las mujeres parturientas.

Según expresan los pocos estudios que hay sobre estas singulares mujeres, ellas no sólo fueron las encargadas de las tareas relacionadas con los nacimientos, también brindaban conocimientos sobre la crianza o lactancia, hasta el surgimiento de los primeros especialistas, como los neonatólogos y obstetras.

Como dijimos, actualmente el oficio de partera sigue siendo una tradición, pues es un tema cultural, donde la medicina científica, en relación a la concepción de conocimientos de índole popular que posee la partera, es menos significativa.

En San Juan el parto sin ayuda médica aún existe, especialmente en las zonas precordilleranas y cordilleranas. En estos lugares, el conocimiento que poseen las parteras se sustentan en antiguas creencias, vinculadas a la religión, la farmacopea y hasta con la manera de concebir el mundo que tienen estos grupos sociales.

Es importante decir el rol que cumple junto a las parteras, la institución del compadrazgo, ya que si el gestante por nacer es varón, el compadre asistirá a la comadrona y si es mujer la comadre. Las parteras también custodian o cuidan a las muchachas embarazadas mucho antes de que den a luz. Una de las prevenciones que se toman es que las mujeres parturientas "’no deben tejer ni traspasar alambrados”, pues existe la creencia que este quehacer "enrieda el cordón umbilical en el cuerpo del niño”. En cuanto a la farmacopea que se recurre son principalmente yuyos cordilleranos, utilizados en las curaciones. En relación a las creencias religiosas, se invoca a diferentes santos a través de plegarias muy distintivas y el encendido de una vela. Una veneración principal es la que se le tributa a la Virgen del Rosario de Andacollo, junto a San Ramón. Otra consideración vinculada ya al parto propiamente dicho es el conocido "manteo”, destreza que necesita la asistencia de dos personas, quienes tratan de "encajar” debidamente al infante, con el objetivo de facilitar el parto.