Esta situación es una oportunidad para la Argentina de generar ingresos y ganancias extraordinarias, pero también es un problema cuando se mide el impacto de la suba de precios de los alimentos a nivel mundial, respecto del mercado interno.
Las proyecciones de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura)
respecto de las cotizaciones de las materias primas agrarias como los cereales complejos, oleaginosas y derivados, estarán en alza en los próximos años. Esto indica que los alimentos tienen un indicador futuro de precios con alta cotización respecto de la principal inversión refugio del mundo que es el dólar y otros activos puramente financieros. Es decir que hoy en los mercados del mundo quienes lideran la carrera como inversiones atractivas son la soja, el maíz, el trigo y similares producciones agrarias. Esa proyección de suba obedece a las consecuencias que la pandemia del Covid-19 ha reflejado en la economía de cada nación, sea monetaria, financiera, de salarios, o de la real producción de bienes de origen agropecuario y sus derivados industriales. La principal causa es que la pandemia llevó a una emisión de moneda con destino directo en la población de cada país, sin pasar por la oferta, esto es, los paquetes de estímulos monetarios fueron aplicados e inyectados a las personas y empresas de producción real de bienes para mantener el nivel de ingreso proporcional que redujo la pandemia. Esto indudablemente significa una mayor demanda de alimentos derivados de los cereales complejos, oleaginosos y derivados, lo cual atrae las inversiones financieras que migran de otros destinos de inversión como son los activos en monedas o de derivados financieros atados a las divisas. Si hay mayor demanda de las materias primas de los alimentos se crea un mercado alcista y por lo tanto se retroalimenta con la llegada de inversiones que estaban ubicadas en otros activos para refugiarse en esta nueva veta de la ganancia. Esta situación objetiva mundial coloca a la argentina en un una zona de beneficio neto porque la característica de su economía es de ser productora de materias primas y de manufacturas de origen agropecuario. Ante esta instancia que es una oportunidad histórica para la argentina de generar ingresos y ganancias extraordinarias, también representa una serie de problemas que se presentan cuando se mide el impacto que tiene la curva de suba de precios de los alimentos a nivel mundial, respecto del valor de los alimentos para el mercado interno. Esto ya se ha reflejado en el año 2020 y lo que va del 2021 de un modo negativo para el mercado interno porque la suba internacional de las materias primas agropecuarias y sus derivados industriales, se ha traducido en una subida desproporcionada de los alimentos en el mercado doméstico. De lo que se trata es de aprovechar el llamado súper ciclo de los commodities con un acceso universal a los alimentos en el mercado interno. Por lo pronto no se han elevado las retenciones a las exportaciones, se han aplicado políticas de control de precios máximos y se ha llevado a cabo una devaluación del valor del dólar oficial como modo de incentivar la liquidación de los dólares de la exportación y lograr mayores ingresos para el fisco por la vía del comercio exterior. También se ha convocado al Consejo Económico Social como manera de alinear precios, costos, salarios e ingresos en general entre empresas y sindicatos y otros efectores. Hasta acá los resultados no han sido los esperados ya que la inflación proyectada anualizada con los datos de este año da un 10% al 15% por encima de la inflación fijada en el presupuesto 2021. Todo indica que los actores económicos, empresas y trabajadores, junto al Estado deben agudizar el ingenio micro y macro económico, para evitar que el mercado interno sea arrastrado por la tendencia de suba de los alimentos a nivel mundial.
Por el Dr. Mario Luna y el Prof. Fabián Núñez