Las políticas que castigan la rentabilidad empresaria y los altos costos laborales, más la ausencia de reglas claras y estables, hicieron de la Argentina el país menos competitivo de la región.
Lo confirma el último estudio del Instituto para el Desarrollo Social de la Argentina, en base a datos oficiales e indicadores del Banco Mundial sobre la competitividad en 181 países. Nuestro problema se agudizó en los últimos tiempos al avanzar el intervencionismo y la presión fiscal. Argentina no atrae inversiones productivas frente a Chile y Uruguay, que se suman al liderazgo competitivo brasileño.
Por ejemplo una empresa chilena paga impuestos por 26% de su rentabilidad y una indemnización laboral equivale a 52 semanas de salario. En Uruguay, los impuestos totales son 59% de la rentabilidad y un despido cuesta 31 semanas de salario. En Argentina, los impuestos totales representan 108% de la rentabilidad y un despido implica abonar 95 semanas de sueldo; registrar una propiedad en Argentina cuesta 7,5% de su valor y sólo 1,3% en Chile; las contribuciones patronales argentinas son 29,4% mientras en Chile 3,8 por ciento.
La inversión también se frena por la desconfianza del ahorrista argentino, que deposita sus ahorros en el exterior, o los saca del circuito interno. En el primer trimestre de este año el sector privado no financiero giró al exterior 3627 millones de dólares, frente a la fuga trimestral unos u$s 3000 millones en 2008.
Todo esto son problemas estructurales crónicos, que no deben atribuirse a la crisis mundial.
