Primera parte 

Por la Dra. Gladys Aballay Meglioli
Filología Hispánica


San Valentín, en alusión al clérigo que ayudaba a los seducidos por el amor, renueva la celebración del "Día de los enamorados" cada 14 de febrero. Ahora bien, intentar definir el amor resulta un verdadero desafío, como lo fue en el diálogo que mantuvieron en la antigüedad los invitados a "El Banquete" de Platón, donde expusieron diversas opiniones, después de una cena con algún brindis de por medio. Para algunos, el amor era un dios, al que llamaban "Eros" y decían "es el más digno de honra y el más poderoso de los dioses para conseguir a los hombres la virtud y la felicidad, tanto vivos como muertos". Para otros el amor estaba asociado a la belleza, inclusive se relató la existencia de un ser con la particularidad de la unión de ambos sexos, y cuando fueron separados siempre tendían a unirse. Teniendo en cuenta las palabras de Aristófanes: Zeus decidió dividir a estos seres en dos partes para que su poder fuera menor. Así al quedar divididos añoraban su otra mitad. De ahí se cree todavía en la necesidad de la búsqueda que hacemos de esa "otra mitad". Finalmente, Sócrates concluyó que al amor no se lo puede definir con un concepto único, "es el más digno de honra y el más poderoso, sería algo intermedio entre la sabiduría y la ignorancia, al igual que Eros que no es bueno ni bello, pero tampoco es feo ni malo, sino aquello intermedio entre las dos cosas". A lo largo del tiempo sabemos que la lengua ha ido sufriendo cambios en cuanto al significado de las palabras, también con respecto al desuso de algunas voces. Durante la época colonial se hablaba de "amistades ilícitas" entre amantes, o de "relaciones ilícitas". Tal era el castigo impuesto al ser descubiertos que debían pagar una multa, y si era reiterativo, se llegaba al extremo de ser expulsados fuera de la ciudad, al destierro. En el caso de nuestras abuelas utilizaban expresiones como "tener un filito", "le andan arrastrando el ala", "tener un pretendiente" con el cortejo previo. Por entonces se acostumbraba a realizar paseos alrededor de las plazas, donde las señoritas accidentalmente deslizaban un pañuelo justo al paso de algún caballero. Por ahí ya de niñas expresaban en sus juegos: "Un marinerito me tiró un papel a ver si yo quería casarme con él". Lo que trae a mi memoria un hecho ocurrido con los marineros del Graf Spee, crucero de guerra alemán que se hundió en el Río de la Plata, el 17 de diciembre de 1939, después de un enfrentamiento con barcos ingleses. Posteriormente la tripulación fue llevada presa a diferentes sitios del país. En el interior hasta hubo señoritas que pidieron casarse con estos presos, como ocurrió en nuestra provincia. Y, a través de esta unión, ellos obtenían la libertad. Además, hay términos para referirse al ser amado. En el siglo pasado, se hacía alusión a "mi media naranja", el "peor es nada", "es el novio", "el macho", "el amante", "la querida", y "la concubina". El lunfardo registra voces como "mina", "percanta", en los registros de las letras de tango especialmente, y en un poema del escritor Felipe H. Fernández sirve de ejemplo de voces propias del lunfardo para referirse a la mujer: "Yo a la mina la bato paica, faba, catriela/ percanta, cosa, piba, budín, o percantina/ chata, bestia, garaba, peor es nada o fémina/ cusifai, adorada, chiruza, mani o grela". También el lenguaje acompaña en forma connotativa y con una carga de afecto y cariño a través del uso de diminutivos, como cielito, cariñito, bichito, bomboncito, amorcito, osito, vidita, y tantos otros que se pueden sumar a la lista. Con respecto al estado, casi de embriaguez de los enamorados, atrapados por la pasión, estos "estaban encamotados", "hasta los huesos", o llegaban a "conocer la cara de Dios".


(En la edición de mañana, la segunda y última parte).


Voces populares

Para referirse a la consumación amorosa de los "tórtolos" se empleaban expresiones populares como "cama florida", "prueba de amor", "luna de miel", "hacer el amor hasta que las velas no ardan", en alusión a lugares donde se iluminaban con velas. En los antiguos burdeles, cuando todavía no había luz eléctrica, la "madame" entregaba al cliente una o varias velas, según lo pagado. Y en el momento en que éstas se consumían, el turno había concluido como también el encuentro amoroso. Así ha ido cambiando el empleo de voces desde "está atracando", "chapando", "estar curtiendo", "tener amistad con derecho a roce" hasta un "touch and go", y se habla inclusive del "amor libre".