Ha causado cierta sorpresa la información acerca de la decisión de los propietarios de la Pampa del Leoncito, o "barreal blanco”, ubicada en Calingasta, de controlar el acceso a esa enorme planicie conocida por sus atractivos turísticos y deportivos. De acuerdo a lo informado, los dueños del lugar buscan desarrollar un proyecto que incluye obras destinadas a brindar mayor comodidad a los visitantes y medidas contra las depredaciones. Lógicamente, para sostener la infraestructura se prevé cobrar entrada.
Pero el revuelo tiene más que ver con la posesión privada de la pampa, ya que generalmente la atribuía a terrenos fiscales. El ministro de Turismo, Dante Elizondo, puso las cosas en su lugar al afirmar primero que contrariamente a lo que se cree, toda la cordillera y la precordillera sanjuanina tienen dueños y tienen derecho a cuidar su patrimonio, sin que por ello se prive del trabajo a los operadores turísticos, o se impidan las competencias de carrovelismo en un escenario único.
No está en discusión que el sitio sea patrimonio cultural, porque en nada varía que lo tenga el Estado o un privado, lo importante es que los servicios anunciados impidan la presencia de vehículos que levantan el barro seco, que luego el viento se lo lleva, quedando una erosión irreversible. Debe recordarse que en la década del "80 un grupo de deportistas construyó sanitarios y un techado para cubrirse del sol mientras practicaban con sus carros a vela, pero el vandalismo destruyó todo por falta de vigilancia. Además de la depredación, queda la basura que dejan los concurrentes, propia del desorden existente, lo que justifica plenamente las contraprestaciones que se ofrecerán, incluyendo un necesario servicio médico.