Al parecer, ese será el concepto con el que se abordará la pandemia en nuestro país a partir de ahora. A esta altura poco importa si se cometieron errores o quiénes fueron los culpables de la situación sanitaria y de la económica, lo cierto es que tenemos una realidad que se debe afrontar y corregir. La táctica general practicada hasta ahora ha dado malos resultados en el sentido sanitario, en el económico y hay evidencia de que se han verificado consecuencias negativas en lugares donde se ha tenido un rigor limítrofe con la barbarie, como es el caso de San Luis.

Pero vayamos a los hechos. Las provincias o distritos más afectados por el virus, en relación con su población, han sido hasta el momento Ushuaia e Islas Malvinas, Río Negro, Tucumán, Córdoba y Santa Fe. Se entiende poco lo de Río Negro pero parece lógico lo del centro del país por donde circula el tráfico hacia otros lugares como Córdoba, Tucumán y Santa Fe. Algunas de ellas son grandes metrópolis sobre todo sus capitales, Santa Fe, Rosario, Córdoba, Río Cuarto, San Miguel y hay que atravesarlas se vaya al Este, al Oeste al Sur o al Norte, son nuestro corazón geográfico.

El segundo lote es más heterogéneo. Comprensible lo de Ciudad Autónoma y AMBA, cordones urbanos de la provincia de Buenos Aires, Mar del Plata y Mendoza por ser grandes concentraciones de habitantes y lugares muy cosmopolitas. No es el caso de Neuquén, Chubut, Santa Cruz, San Luis, La Rioja, Santiago del Estero, Salta, Jujuy y Chaco que tienen más o menos los mismos promedios que las grandes ciudades si se compara con su censo de habitantes.

En el grupo menos afectado están las provincias del litoral, lo cual puede entenderse por ser prácticamente islas rodeadas por ríos, Formosa, Misiones, Entre Ríos y Corrientes y otras para las cuales vale la conclusión de que algo habrán hecho bien porque están poco afectadas a pesar de estar rodeadas por vecinos con problemas, como San Juan, La Pampa y Catamarca. Pasados 200 días desde que el Ejecutivo Nacional decidiera usar un mismo instrumento cualquiera fuera la situación de cada localidad, se advierte que ese mecanismo está agotado, no da más. Cuando ya casi en todos lados hay circulación comunitaria, cuando se tiene igual o más cantidad de infectados y muertes que en las peores estadísticas mundiales, vale poco analizar qué se hizo mal y sí vale aplicar una nueva lógica. Lo que se temía, que era la saturación de camas de los hospitales o la escasez de respiradores, nunca ocurrió. Ese mensaje, "tener que elegir a quién se salva o quién muere", ha tenido la secuela de inculcar miedo exagerado, un sentimiento que se volvió en contra de quienes lo causaron. Se sabe que el virus no es tan letal, que no afecta a los niños que están privados de ir a la escuela con el año perdido en vano, que la recuperación de los infectados no es tan compleja y que si bien no es la "gripezinha" de Bolsonaro, tampoco es la parca que corta el hilo de la vida en la puerta de cada casa. En casos como San Juan, los respiradores y las camas de terapia han quedado ociosos en su mayoría, felizmente la actividad se ha ido normalizando y ya se ha comprobado que al virus no se lo frena estando encerrados. Recordemos que se nos anticipó que para esta época tendríamos decenas de miles de enfermos y aun, con datos de ayer al mediodía, no superamos los 750 con 55 fallecidos en siete meses cuando en la provincia fallecen unas 20 personas por día por causas comunes. De seguir así, la recuperación económica puede ser rápida porque, si bien hay sectores muy comprometidos como el turístico, hotelería y restaurantes, el movimiento es casi el de siempre desde hace tiempo con protocolos estrictos para cada sector y con una respetable disciplina por parte de la población que tiene experiencia de terremotos que obligaron a ser cuidadosos y solidarios con los necesitados. No será posible aislarse de la mala ola económica nacional frente a la cual no aparecen ni los surfistas ni las tablas, pero si se administra la crisis con sentido común y con el mismo espíritu participativo ya experimentado en el Acuerdo San Juan, puede que también sobren las camas virtuales de la enfermedad social. La vacuna milagrosa, más producto de nuestro deseo de volver a la normalidad perdida que de algún desarrollo científico, no estará disponible vaya uno a saber por cuánto tiempo. Distanciamiento social, uso del barbijo en presencia de terceros y buenas prácticas higiénicas más el control de temperatura en lugares públicos y el registro de asistencia que permita seguir la huella de eventuales contagios, no son costumbres difíciles de adquirir y habrá que admitir que deberemos conservarlas durante mucho tiempo. Esa deberá ser nuestra nueva lógica, una forma más razonable de convivir con la pandemia.