En aquel tiempo dijo Jesús: "Les aseguro que el que no entra por la puerta en el recinto de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños". Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió: "Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante" (Jn 10,1-10).
La Iglesia celebra hoy el denominado "Domingo del Buen Pastor", en el que toda la comunidad eclesial es invitada a orar pidiendo vocaciones sacerdotales y religiosas. De hecho, en esta 48ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, el Papa Benedicto XVI afirma en su mensaje dado para esta ocasión que "antes de llamar Jesús a sus discípulos, pasó la noche a solas, en oración y en la escucha de la voluntad del Padre (cf. Lc 6,12), en una elevación interior por encima de las cosas ordinarias. Las vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada son primordialmente fruto de un constante contacto con el Dios vivo y de una insistente oración que se eleva al Señor de la mies tanto en las comunidades parroquiales, como en las familias cristianas y en los cenáculos vocacionales". El ejemplo a imitar es el dado por Jesús, "el Pastor bello y verdadero", en contraposición al pastor caracterizado por la maldad y la falsedad. Él se proclama como la puerta a través de la cual se ingresa en la vida y el pastor que conduce hacia la libertad plena. La primera parte del evangelio de hoy (10,1-6) es un relato simbólico, en el que se contraponen el pastor y el ladrón. En el redil las ovejas son custodiadas de noche. Con Jesús, luz del mundo (Jn 8,12) ha llegado el día (cf. 11,9). De día las ovejas permanecen en el recinto para ser esquiladas, vendidas o que les quiten la vida. El pastor entra por la puerta, siendo reconocido por el guardián y por las ovejas, que le reconocen por la voz. Las llama por su nombre, las saca del recinto y camina delante de ellas, que le siguen. El Pastor bello las saca del recinto para hacerlas vivir un nuevo éxodo, encabezando la guía de ellas como hizo Yahvé en el primer éxodo, conduciéndolas a los pastos de la vida.
Jesús no admite el anonimato del rebaño. Por eso es que en sus labios siempre está nuestro nombre propio: el nombre del amor, de la unicidad, de la intimidad, pronunciado como ningún otro sabe hacerlo. Sabe que mi nombre es "creatura que tiene necesidad". A esta realidad, él desea y quiere responder. Siempre conduce afuera, y es que el nuestro, no es un Dios de recintos cerrados sino de comunidades abiertas, porque es pastor de libertad y de confianza. Camina delante de sus ovejas, ya que no es un pastor de retaguardia, sino un guía que abre caminos e inventa nuevos y originales caminos. Da la cara y nunca se queda a las espaldas de ellas. No es un pastor que se impone con prepotencia para que lo sigan, sino uno que precede y seduce con su andar; atrae con su testimonio. Es Pastor de futuro y de esperanza porque libera de todas las esclavitudes. Hay una horrible esclavitud, la peor: es la ideológica y la religiosa. Probablemente son la misma realidad, que cambia solo de hábito. Toda religión o ideología que no respeta al hombre, incluso en su libertad de errar, es contra Dios, sobre todo cuando se hace en su nombre. En todo diálogo religioso, la verdadera pregunta teológica que se debe proponer, es antropológica: ¿mortifica o vivifica al hombre? El respeto que se tiene por el hombre corresponde a la verdadera o falsa imagen que se tiene de Dios. En efecto, aceptar a Dios, que es el "totalmente Otro", significa concretamente, aceptar la alteridad de los otros, sepultando las intolerancias y abominaciones contra la humanidad.
En la segunda parte (10,7-10) se llega a la conclusión: "He venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia". No se trata sólo de la vida necesaria e indispensable, sino de la vida exuberante, magnífica, como es siempre la "vida" que Dios dona. "Vida", palabra breve y fecunda, simple pero profunda. Así es el obrar de Dios. En su pastoreo, por donde pasa, sólo se descubre plenitud de vida.