La denominada "vuelta al perro”, avanzada la noche, era un sitio totalmente inhabitado. Patrulleros prácticamente no había, ni eran los suficientes como para andar vigilando a esas horas de los fines de semana. Por eso, un sábado pudimos recorrerla a contramano en un viejo ómnibus del padre de uno de los muchachos. Una locura a los ojos de hoy; sólo una aventura, cuando San Juan (y el país) eran territorio manso donde no había más riesgos que aquellos que los propios adolescentes podíamos asumir por travesuras o un hecho accidental.

Patear tachos de basura y tocar timbres y correr hasta doblar la esquina, constituían el rostro de aquella "violencia” nocturna. La droga era un dato absolutamente lejano y enmarcado en la nebulosa de la ignorancia.

Cuando algún amigo se pasaba de copas, se constituía en una crónica de color que recordábamos por años en las juntadas. La música era incuestionablemente nacional: la gran ola norteña de Los Fronterizos, Los Cantores del Alba y tantos otros, llenó de guitarras novicias casi todos los hogares. Y llegó la versión de los Quilla Huasi, recostada en lo cuyano, con la cual fueron insignes competidores de todo el norte cancionero.

A la salida de la peña, se comía un picadito acorde al presupuesto de estudiantes, en el comedor de "La Charo” o "La Chilena”, frente a la Dirección de Turismo. La Boite del Casino, en el actual Club Español, fue un proscenio deslumbrante. Allí conocimos con nuestro canto a infinidad de artistas argentinos y extranjeros con los cuales hoy continuamos aquella amistad forjada en noches de música y magia, desde aquel San Juan que cobijaba con autoridad a las mayores estrellas del arte.

Fuimos gorriones de cera y luna por aquellas aceras. Los años dispersaron a algunos, otros cayeron jóvenes en el camino, y otros nos saludamos con nostalgias en el río de la Peatonal y hasta en los Tribunales, donde aquella pobreza de los comienzos puede ser contada con orgullo en este templo de la Justicia adonde llegamos forjados de buena calle y viejos amores. Algún adolescente podrá una noche de estas patear la luna caída en un tacho y correr; pero creo que esa ocurrencia ha de diluirse casi frívola en territorios que pugnan por conquistar la violencia, la droga y un montón de desamores.

(*) Abogado, escritor, compositor, intérprete.