Enfrentar el día a día en los tiempos de hoy no resulta fácil. Hay varias cuestiones que nos pueden llevar a estar preocupados y que nos alientan a bajar los brazos. Vivimos en una situación desconcertante donde no sabemos bien donde estamos parados y que habrá por delante. Esto nos puede llevar a ir perdiendo las fuerzas y no mantenernos en pie. Para caminar necesitamos estar parados y seguir con fuerza para continuar hacia adelante. No es legítimo que se apaguen las ilusiones y los entusiasmos de nuestra vida.


Hay una virtud muy importante que nos da firmeza para no bajar los brazos: "la fortaleza". Es una de las 4 virtudes cardinales junto con la prudencia, justicia y templanza. ¿Qué es la fortaleza? es la disposición interior que nos hace enfrentar los obstáculos y sacrificios hasta lograr al bien. Hay una fortaleza natural y otra sobrenatural infundida por Dios en el alma. Nos da la capacidad para no retroceder ante las difíciles realizaciones del bien. 

"El ruedo de la vida pueden llevarnos a ser como esas piedras desgastadas, pero la virtud de la fortaleza nos hace mantenernos con contornos firmes". 

En la Biblia Dios es fortaleza para los hombres: "mi fortaleza eres tu Señor" (Salmo 118:14). Jesús nos dice en la segunda parte del evangelio de Juan: "En el mundo tendrán tribulación. Pero ¡ánimo!: "Yo he vencido al mundo" (Jn 16:33); y Pablo: "en todo atribulados, pero no angustiados, perplejos pero no desesperados, perseguidos pero no abandonados" (2 Cor 4:8-9).


Santo Tomas de Aquino afirma que la fortaleza "es el arte de atacar y resistir" (como el soldado). La persona fuerte "acomete" para instaurar el reino del bien en el mundo. Se impone ante las dificultades. Este "atacar" es como la actitud del soldado que va hacia adelante. El fuerte lucha para sacar el mal del mundo instalado en el corazón de los hombres y las estructuras. Por otro lado: "resistir": en el sentido de vivir en la paciencia y en la perseverancia. Con los años vamos cayendo en la cuenta que en realidad, lo que se juega en la vida es un ir resistiendo con mansedumbre situaciones que deben ser asumidas. Hablar de fortaleza es como vivir una lucha prolongada.


El cristiano le pide a Dios la fortaleza. Le decimos a Dios: "Señor dame fuerzas para esto o aquello". Pedimos porque somos débiles, seres de barro. Hay que pedirla porque la situación anímica y espiritual humana tiende a dañarse en virtud de los problemas, pero además por miedos, que muchas veces, como puertas se abren frente a nosotros y tenemos que seguir adelante. Es fundamental pedir la acción del Espíritu Santo porque nos da el entusiasmo para sostenernos en la realización de las buenas obras. La fortaleza viene dada como un elemento constitutivo de la gracia de Dios. Vivir la vida es caminar como verdaderos peregrinos. Apoyados con los bastones de la fortaleza, con firmeza y decisión. El ruedo de la vida pueden llevarnos a ser como esas piedras desgastadas, pero la virtud de la fortaleza nos hace mantenernos con contornos firmes. 


Ponemos un ejemplo del mayor grado de fortaleza, "san Maximiliano Kolbe": ofreció su vida en el campo de concentración de Auschwitz en lugar de un padre de familia que lo iban a ejecutar.