Las múltiple crisis y desastres naturales, las variadas contiendas y la falta de talento, nos están llevando a una deshumanización sin precedentes. Necesitamos jóvenes bien formados, con capacidad de raciocinio, dispuestos a dar lo mejor de sí, para ganar en valores y en bienestar. Por desgracia, los sistemas universitarios suelen ser en su mayoría poco eficientes para poder innovar. La capacidad de innovación es vital para seguir proporcionando soluciones globales, en materia de salud, educación, agricultura, cambio climático, por citar alguno de los problemas más apremiantes.

La nuestra, es una época de exclusiones inconcebibles en un mundo globalizado, de dominaciones mercantiles y de enriquecimientos ilícitos. No pueden dejar de impresionarnos el río de personas que huyen atrozmente, en busca de condiciones de vida con un mínimo de dignidad. Tampoco puede dejar de conmovernos la multitud de personas frágiles que buscan auxilio y no encuentran hospitalidad. Cuesta concebir que hayamos progresado humanamente.

Son muchas las personas que viven en total abandono, en la más terrible de las pobrezas, que sin duda es la indiferencia. Algo que no se entiende, en un planeta en el que sus ciudadanos están cada vez más interconectados, pero también más solos, y aunque lo que le ocurre a uno nos afecta a todos, la pasividad ha tomado posiciones ventajosas, frente a cualquier instinto natural.

Realmente venimos atesorando una cruel falta de sensibilidad social, de imaginación y de compromiso con la especie humana. Pienso que ha llegado el momento de que sean las personas con talento y principios, las que deben propiciar otros lenguajes más globales. Indudablemente, esta perspectiva planetaria es testimoniada por los astronautas que desde sus naves espaciales han confesado, con verdadera admiración, que moradores y planeta constituyen una única realidad. Vivenciaron lo que se llamó el "Overview Effect”, es decir, la percepción de que estamos tan unidos al planeta que nosotros mismos somos parte de esa creación: Barro que siente, que piensa, que ama y que venera.

Hasta ahora hemos utilizado sin orden ni concierto, un capital material que es limitado y, lejos de repartirlo, lo hemos apropiado y expropiado. Por consiguiente, considero que es menester ahora emplearse a fondo en el capital espiritual que a todas luces es infinito, porque ilimitada es nuestra capacidad de amar, de convivir fraternizando, y de penetrar en los misterios del cosmos y del alma de las personas.

Multitud de jóvenes y niños quieren dejar atrás la miseria y la violencia. No les importa arriesgar la vida. Saben que lo tienen complicado para seguir viviendo donde se encuentran y no les importa llegar a otros países en condiciones precarias e inseguras. En cualquier caso, la pérdida de vidas es inadmisible. Necesitamos acompañar a los que buscan otras travesías de esperanza, que cada día son más multitud, y que buscan con auténtico desespero nuevas coyunturas.

Pensemos que en la dinámica de la propia naturaleza nada se excluye, no hay residuos, todo se transforma o se recicla.