El gran tenista argentino José Luis Clerc, compañero de promoción de Guillermo Vilas y coautor del fenómeno que llevó a nuestro tenis al lugar más alto del mundo con otras generaciones como las de David Nalbandián, Gastón Gaudio, Guillermo Coria, Guillermo Cañas y tantos otros que ganaron los torneos más importantes del mundo, relató que cierta vez, cuando comenzaba su carrera de juvenil, le tocó enfrentar a un jugador superior en experiencia y ranking. Duró los tres sets y se sintió orgulloso hasta que relató eso a su entrenador "le hice partido, perdí en tres sets". El entrenador cruel pero conocedor de las expectativas que el joven debería tener le respondió: "Perdiste, pibe", intentando hacerle ver que perder por poco o mucho es igual, que en la alta competencia sólo vale ganar. El "gordo" Montaño, dirigente sindical iglesiano que llegó a ser ministro de nuestra provincia habiendo cursado solamente primer grado (él repetía, "miren si hubiera cursado segundo"), tenía un dicho para las competencias políticas que tanto había trajinado: "El que gana, gana, y el que pierde, a las duchas". Eso de "perdiendo también se gana" no es algo novedoso, siempre fue argumento pícaro de quien piensa que no reconociendo la derrota puede sostener el poder que le haya quedado.

Veamos el caso San Juan, escasa diferencia a favor de Uñac, pero el premio de quedarse con dos diputados en una cámara que contará 118 a 116, nada menos que el mantenimiento de la primera minoría. ¡Lo que vale ese segundo diputado y lo que ha valido ese puñado de votos! El triunfo y la derrota son relativos y dependen de las expectativas del competidor. A un deportista de club gane o pierda siempre le irá bien porque la finalidad no es la competencia sino la práctica, estar con amigos, conversar, reírse, pasarla bien, terminar el partido, sentarse en la cantina, beber juntos y bromear y hasta por ahí, trabar algún negocio. Vuelve a su casa limpio de la adrenalina acumulada en el trabajo y en los problemas de la vida. Para quien inicia una actividad le interesa progresar como lo hace todo el mundo, de a poco, fracasar, levantarse, volver a fracasar hasta que las cosas salen bien resultado de la experiencia que se ha ido ganando con esas "derrotas". Incluso el político novel, como pudo ser el caso nacional de Javier Milei o local de Marcelo Arancibia, sabe que primero debe alcanzar el conocimiento público suficiente para ser competitivo, antes es absurdo proponerse un resultado que no vendrá. Ninguno de estos es el caso del Presidente de la Nación, o del Gobernador de Buenos Aires: el primero ex Jefe de Gabinete de Ministros de Néstor Kirchner (Alberto Fernández) y el segundo ex Ministro de Economía de Cristina Kirchner (Axel Kicillof). No son boxeadores amateurs que pasan al profesionalismo y debieron pedir prestado para comprarse la bata. Los conoce todo el mundo y no les faltan recursos de todo tipo, ni económicos ni intelectuales a qué recurrir. Tampoco se asemeja a una práctica de club el llamado a un tácito plebiscito cuando se usa como lema la palabra SÍ, que tiene como contrapartida la palabra NO, a la cual se evoca directamente y sin dudas. O es SÍ o es NO. En nuestro caso, luego de perder en el total del país por más del 8%, la mayoría de los 24 distritos (entre ellos los más ricos y poblados: Capital, Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Mendoza), achicar a uno o dos la primera minoría en diputados y perder el quórum en Senadores que se mantenía desde 1983, no hay manera de recurrir a la vieja frase ensayada por el taxista Camisay en Rawson en 1973 "perdiendo también se gana", cuando cayó frente al bloquismo. Se postergó la fecha de las primarias a la espera de un mayor porcentaje de vacunación de la población, se tuvo el control del escenario, la iluminación, el sonido, se entregó beneficios a más de 150 movimientos sociales, se disfrutó la simpatía de la CGT, se llegó a actuar de la misma manera que los viejos conservadores con la peonada, regalando desde plata en efectivo hasta electrodomésticos y aun así, han perdido ni siquiera por poco. No atenerse a los hechos ni a los datos y construyendo un relato ajeno a la realidad es algo que hubiera sido denostado por el mismo Perón, quien cada tanto repetía una vieja máxima griega: La realidad es la única verdad. Convocar a una manifestación de apoyo al gobierno se podría justificar como modo de dar sostén a quien ha sido elegido para conducir por 4 años y le quedan dos. Que el propio titular del ejecutivo llame en el "día de la militancia", que recuerda el regreso de Perón en 1972, a festejar el "triunfo" de las pasadas elecciones es algo que no puede entenderse o que las explicaciones son todas malas. O se viene la instalación de la posverdad al estilo Trump en USA o se invita a padecer una esquizofrenia grave, que es vivir en un mundo de fantasía, lejos de la evidencia. A un fiel demócrata no se le va el mundo en una derrota, no se puede ni es conveniente ganar siempre, eso queda para los totalitarismos. Por ahí se tiene la sensación de que la euforia de Alberto es la que suele atacar a quien esperaba ser despedido del cargo y acaba de ser ratificado. ¿Será así? De todos modos, el gobierno nacional ha perdido. Poco importa lo que se haya hecho o lo que se intentó hacer, aquí vale la sabiduría sencilla de la bailantera Gilda, "todo eso fuiste, pero pediste".