Desde hace un corto tiempo, instalado por los avatares de la política, se está hablando con mucha soltura de una suerte de nuevo periodismo: el periodismo ‘militante’. Personalmente, el tema me choca y voy a explicar el porqué de mi rechazo ante este concepto que pretende desnaturalizar el verdadero periodismo, que debe ser objetivo ecuánime, con absoluto respeto del receptor de información que para él puede ser importante. Si no son prudentes, eso no es periodismo, es militancia política disfrazada astutamente por un hombre-mujer con un grabador o micrófono, queriéndonos hacer creer, con su disfraz de ‘periodista’ (prestado), que su entrevista era absolutamente objetiva y hacernos ‘pisar el palito’ favoreciendo a sus mandantes y patrocinadores.

Hablo con alguna autoridad sobre el tema: yo he sido fundador del periódico ‘La Estrella’ del partido Bloquista y además director de ‘La Reforma’ del mismo movimiento, pero a través de esos medios siempre expresé públicamente mi militancia y simpatía por ese movimiento, que aún se mantiene incólume en mi espíritu.

La orientación política y literaria de esos medios no fue ocultada jamás a los circunstanciales entrevistados, ni en los editoriales y artículos (que fueron muchos…), de modo que jamás, en esa función, me consideré ‘periodista’ sino ‘militante político’, cosa que en la actualidad, con algunos personajes, no ocurre. Así que el caso de Víctor Hugo Morales, Brancatelli y tantos otros, que no pongan cara de ‘¿a mí por qué…?’, ‘Yo no fui’, ‘¡atacan la libertad de prensa…!’, reflotando muletillas como si el pasado inmediato no los señalara.

Los periodistas tienen todo el derecho de tener sus ideales políticos o religiosos y no por ello se los va a condenar si no han ocultado o disimulado astutamente esas condiciones de su carácter o educación. Pero que asuman públicamente que son, o periodistas o simples militantes políticos. Las dos cosas al mismo tiempo no es razonable, porque como ya dije, se pierde objetividad.

‘Objetivo: perteneciente o relativo al objeto en sí y no al modo de pensar o sentir del sujeto… guiado por la razón y no por impulsos afectivos, desapasionado, imparcial, justo’, (Diccionario Kapeluz de la lengua española).

Despedir de un medio privado a un trabajador periodista, públicamente identificado con determinado espacio político para el que efectúa hasta tareas de adoctrinamiento y captación, no constituye un ataque a la libertad de prensa, en todo caso el interesado podrá recurrir a defensa de sus derechos a otras normas del régimen laboral, pero no darle un carácter institucional como se ha hecho. Una prueba palpable es la de Víctor Hugo Morales, que cuando fue despedido de una empresa privada, cargó contra el gobierno de Macri, con la misma argumentación que usan los militantes kirchneristas: ‘este gobierno ataca la libertad de prensa… no quiere voces opositoras…’, etc.

Esperemos que la libertad de prensa siga protegida por la sociedad toda, y no que se la quiera presentar con disfraces que no tiene otro objetivo que simular claras y públicas orientaciones políticas de algunos interesados que añoran un pasado reciente.