Cuando uno tiene que explicar el fenómeno del peronismo fuera de nuestro país, es sometido gratamente a muchas preguntas para poder comprenderlo desde escenarios o moradas alejadas de vicios latinoamericanos. Más aún cuando en América latina no es precisamente Argentina quien ha dado muestras de modernismo en las formas de la política, contrariamente a lo sucedido en Chile y Uruguay, donde, desde la restauración democrática, el populismo ha brillado por su ausencia.

Pero, ¿qué es el peronismo? es la pregunta que se hacen muchos europeos no sin ironía. Sobre todo en Italia, en España, en Francia. Los viejos españoles lo llegaron a entender más; las nuevas generaciones, muy poco.
Pero lo que primero quieren descubrir es el eterno misterio de si es de derecha, de izquierda o de centro, más aún cuando cada peronista presidente ha jugado en extremos diferentes: Cámpora, claramente a la izquierda (1973), Menem, más o menos hacia el centro-derecha (1989-1995), Duhalde, más bien a la derecha (2002-2003), y los Kirchner, aparentemente al centro-izquierda (2003-2015). El propio Peron tuvo siempre una respuesta a ésto cuando explicaba que más que un partido, el Justicialismo es un movimiento. Y durante mi periodo de ejercicio del periodismo en Madrid, cuando me tocaba responder, empezaba aclarando que el Partido Justicialista siempre llegó al poder por las urnas.

Un razonamiento cercano aparece hoy, en momentos en que el justicialismo vuelve a ‘ejercer” la oposición. Han sucedido muchas cosas en el interior del Frente para la Victoria (FPV) en tan poco tiempo, desde el 10 de diciembre de 2015.
Lo más claro es que sobre la mesa, el politburó peronista ofrece tres peronismos atados de un hilo: el FPV nacido kirchnerista, el FPV ‘peronista” sin Cristina, y un tercero que busca sumar en lugar de dividir, mientras se balancea de un extremo al otro, tratando de encontrar aguas de dulzura en este verano furioso.

Aquí es donde se destaca el sanjuanino José Luis Gioja, conciliador, que quizá no bebe de la misma copa que esa interesante estrella que asoma desde el Norte, sin mucho brillo nacional todavía, que es Juan Manuel Urtubey. Desde el justicialismo ‘puro” (equidistantes de kirchneristas y rupturistas) se considera que el gobernador salteño parece estar muy apurado y eso hace que los tiempos puedan llegar a manejarlo a él, antes que él a los tiempos.
Y probablemente también por la recordada y griega sentencia de Perón, ‘todo en su medida y armoniosamente”, ya que de armonizar se trata en éstos momentos, con lo quebradizo que hay en ello. O sea, juntar de nuevo la tropa porque otro es el camino y no todos conocen el ‘desvío” que ha provocado de forma natural el simple salto del gobierno a la oposición. De eso Gioja sabe mucho. Scioli también.

Ambos por historia personal, el sanjuanino más frontal y apasionadamente, parecen buscar una paz lúcida con la intuición casi lírica que viene del libreto peronista original. Además, si cuando se pelean los peronistas es que se están reproduciendo, es seguro que en estas idas y vueltas hay un fondo convincente aunque hedonista, que evitará todo final desdichado.

¿Y el kirchnerismo? Como la ropa usada, encoge, se destiñe, y ha comenzado a sentir en su nuevo tránsito, una soledad de caricias, una lealtad de silencios.
Quizá porque, como ocurrió con todos los ismos que crecieron al calor del peronismo sin Perón, deberá alinearse a los nuevos tiempos porque si no, pasará a esa galería de recuerdos donde saltará su mayor pecado, del que sólo se pudo redimir a medias: cuando pudo, el kirchnerismo bajó los cuadros de Perón y Evita, y sólo si llegaban horas nubladas los volvían a colgar en los escenarios. Eran esos días de los 12 años cuando se jugaba en el bosque creyendo que Perón y Evita no estaban, y el gobierno, socialmente comprometido pero con deslices incomprensibles, brillaba pero de a ratos. Inevitablemente es lo que suele pasarle a las versiones de un original.

Además, por ahí anda eso que se llama ‘La Cámpora”, respetable creación que mostró inapetencia de la mística justicialista y por lo cual todavía no se sabe qué aportó. Entonces, en este camino hacia la unidad, ¿qué puede hacer ‘La Cámpora”? Seguro desde ese sector podrían contestar la pregunta, pero habría que pedirles humildad y sinceramiento, de lo que carecieron al principio cuando relegaban a la ‘gloriosa” Juventud Peronista.
El camino está abierto, pero el tiempo de que se dispone no es mucho, sobre todo porque el peronismo necesitará llegar unido a las elecciones del 2017. Por eso, la habilidad dialoguista de Gioja con su filosofía de entre casa que aleje el calentamiento global en este peronismo trashumante bajo la luna llena de Macri.