El presidente electo chileno Sebastián Piñera, el magnate de centroderecha que a los pocos días de su inauguración también asumirá la presidencia del Grupo de Río, no da la impresión de que vaya a ser tímido a la hora de impulsar la defensa colectiva de la democracia en Venezuela, Cuba y otros países autoritarios.
En una entrevista exclusiva, Piñera dijo que una vez que asuma la presidencia de Chile el 11 de marzo, mantendrá la política exterior tradicional de su país de no interferencia en asuntos de otras naciones, y agregó que su prioridad será fortalecer las relaciones con Argentina, Perú y Bolivia. Pero cuando se le preguntó si bajo su gobierno habrá un mayor énfasis en la defensa colectiva de las libertades fundamentales en Venezuela y Cuba, su respuesta fue un decidido: Sí.
La verdad es que la prudencia es una virtud que los presidentes deben ejercer, pero también la franqueza, dijo Piñera. Yo pienso que Cuba no es una democracia, y también pienso que en Cuba no se respetan los derechos humanos. En consecuencia, yo aspiro como presidente de Chile a hacer todo lo mejor para que la Carta de la Organización de Estados Americanos y el mandato de la OEA de defender la democracia y defender los derechos humanos sea más eficaz.
Piñera, que obtuvo su doctorado en economía en Harvard y se opuso a la dictadura del general Augusto Pinochet, señaló que la Carta Democrática de la OEA no tiene mecanismos eficaces para que los poderes legislativos y judiciales puedan pedir apoyo diplomático regional en caso de ser atacados por presidentes autócratas.
Respecto de la decisión del gobierno venezolano de sacar del sistema de cable a la emisora de televisión independiente RCTV, Piñera dijo: "Yo puedo tener mi opinión, pero yo no voy a interferir con asuntos internos de otros países. Pero siempre voy a defender, y con mucha fuerza, los valores de la democracia, de la libertad y el respeto a los derechos humanos".
Cuando le pregunté si viajaría a Cuba, y si de hacerlo no se reuniría con los miembros de la oposición pacífica, tal como lo hizo el año pasado la presidente saliente, Michelle Bachelet, Piñera respondió: "Las relaciones diplomáticas no son entre personas ni entre gobiernos, son entre países. Uno no va solamente donde hay países que comparten todos los puntos de vista."
En relación a sus prioridades en el plano interno, respondió que la gran meta que nos hemos fijado es que Chile logre, en un plazo de 8 años, en el año 2018, ser tal vez el primer país de América Latina que con mucho orgullo, pero también con humildad, pueda decir: "Hemos derrotado al subdesarrollo. Hemos derrotado a la pobreza".
El secreto del éxito de Chile ha sido que sus líderes de centroizquierda, en lugar de hacer "revoluciones" para perpetuarse en el poder, han construido sobre las cosas buenas que heredaron, y trataron de mejorar aquello que no funcionaba tan bien.
El mayor desafío de Piñera como primer presidente chileno de centroderecha en dos décadas será hacer precisamente lo mismo: construir sobre lo que ha funcionado, en lugar de tratar de cambiarlo todo y tratar de inventar la rueda.
Y si cumple con su promesa de poner más énfasis que Bachelet en la defensa colectiva de la democracia, aún mejor.
Casi todos los presidentes de la región se están haciendo los distraídos ante los ataques a las libertades fundamentales en países vecinos, que se están convirtiendo en precedentes cada vez más peligrosos para futuras agresiones contra la democracia en sus propios países.
"Chile hoy día tiene ingresos per cápita de alrededor de U$S 14.400, y queremos llegar a los U$S 24.000 para el 2018. Ese es el umbral que separa al mundo desarrollado del mundo en desarrollo."