Es difícil hablar de política en los tiempos que se viven y, al mismo tiempo, evitar que los lectores sientan que pierden el tiempo o se enerven. Pero también es real que la política institucional y la partidaria están dando alguna señal positiva en estos días. La imagen del presidente Alberto Fernández junto a dos gobernadores de la oposición y dos del oficialismo al momento de anunciar la histórica cuarentena que estamos viviendo, es prueba tangible de una actitud distinta a la maldita grieta argentina. Las reuniones del propio Fernández con el macrista Horario Rodríguez Larreta; la visita de Axel Kicillof, del jefe de Gobierno Porteño y la Ministra de Seguridad a una ruta ayer para controlar que sólo circulen automovilistas comprendidos en las excepciones del aislamiento obligatorio; y el posteo del expresidente Mauricio Macri, quien pidió a sus seguidores acompañar al gobierno nacional en las decisiones que está tomando, son muestras de madurez que resaltan en este país híper politizado. También existen los malos ejemplos, como siempre pasa lamentablemente: las seis o siete provincias que anunciaron el cierre de sus límites antes que el gobierno Federal, hablan de un egoísmo político e institucional de esos gobernadores, diametralmente opuesto al de Fernández, Kicillof, Macri y Larreta. En ese tono, ni que hablar de la demagógica puesta en escena de Sergio Massa, quien sin miedo al ridículo -en el que quedó envuelto- anunció que elevaría a cien mil pesos el monto que recibe cada diputado nacional para que éstos ayudasen a combatir la peste en cada uno de sus distritos. Como suman 257 los representantes de las provincias, Massa se jugó a la quiniela la friolera de 25.700.000 pesos. Primero: el Ministerio de Salud de la Nación es el "comandante en jefe" de esta lucha contra el coronavirus, no es aconsejable hacer lo que cada uno quiera. Segundo: ¿qué hace una persona con cien mil pesos hoy frente a esta pandemia? A Massa lo movió su exagerado entusiasmo de protagonismo. Así le fue, no hace falta agregar mucho más. Sólo basta con mirar los comentarios de los diarios nacionales o provinciales sobre el tema.


Hasta lo que yo tengo entendido, en San Juan ningún partido de oposición ni ninguno de los que integran el Frente de Todos, han hecho circular su apoyo o su rechazo a las medidas que está tomando el Gobierno provincial. No sé si algún líder de la oposición le habrá llamado al gobernador Sergio Uñac para ponerse a disposición, para criticar o para aportar alguna idea. Si lo hicieron, vayan mis disculpas. Si no lo hicieron, muchachos, honestamente, no merecen ocupar el lugar en el que están. No imagino a Héctor Miguel Seguí evitar hablar con Leopoldo Bravo o con Eloy Camus, por ejemplo. Tampoco imagino al líder radical al margen de una situación como la que estamos viviendo. Quizás al nombrar a Seguí la vara quedó muy alta y la comparación con los actuales opositores queda inválida, pero son los que ocupan esos lugares actualmente y antes. No hay otra forma.


Dentro del país, en medio de un oficialismo nacional agrietado, es interesante también observar cómo se paró Uñac frente a las acciones nacionales. El mandatario nunca fue más allá de la conducción de Alberto, por dos razones fundamentales: la institucional y la política. La primera está atada a la lógica. Uñac piensa que, como país federal que somos y frente a un enemigo común como el coronavirus, la toma de decisiones individuales podría acarrear mayores dolores de cabeza al conductor del país y luego decantar negativamente en el resto de los habitantes del país. El miércoles de la semana pasada se reunió a solas con el Presidente quien, seguramente, le comunicó la decisión que conocimos todos el jueves a la noche. El jueves Uñac anunció, a la misma hora que mantenía una reunión con Fernández y el resto de los gobernadores, que cerraría los límites provinciales, algo parecido a lo que habían hecho ya provincias como Mendoza o Chaco, en situaciones bastante más apremiantes que la local. Es decir, esperó a que Fernández le comunicara al resto de los mandatarios lo que él ya sabía de antemano. Nunca fue más allá de lo que la Rosada dispuso. Está convencido de que la organización en casos como el que está atravesando el mundo, son fundamentales para mantener el orden. 


Y la segunda razón con la que el sanjuanino se rigió, fue la política partidaria. Coincide y viene defendiendo buena parte de lo que hace y dice el mandatario nacional, quien toma decisiones propias, pero consulta de cuando en cuando a Cristina Fernández. Uñac piensa que Alberto debe conducir el Partido Justicialista. "No quiero hablar ahora del tema", le dijo a una periodista que le preguntó si el Presidente debía conducir el PJ nacional. Y agregó: "pero puede que mi respuesta vaya en el sentido que usted lo expresa". Sobran las palabras.