Por lo que hemos leído en este diario, entre enero y febrero, los dirigentes políticos, como mortales que son, buscan escapar del mundo de todos los días para guarecerse en el más allá de la fatigosa rutina. Idealizado desde meses antes, este período aparece como el edén donde podrán sentirse redimidos de expedientes, gestiones urgentes, presiones, reclamos o del requerimiento de periodistas.

Pero vacacionar, esa fea palabra de moda aceptada por la Academia que abrevia "irse de vacaciones", no es desembarcar en el nirvana de los milagros de donde se podrá salir hombre nuevo al cabo del reposo quincenal. Sin embargo, igual sueñan cosas tan sencillas como que, a la vuelta, la gente les sonría más por la calle; si están gobernando, que no les falte presupuesto para responder las inquietudes de todos y todas (ahora "todos" ya no representa a "todas"); que algún ángel (que quiere decir mensajero) les traiga la buena nueva de una suba en las encuestas y, precisamente, que su horizonte de votos ante las próximas elecciones sea suficiente para coronar esa divina ambición que viene de lejos…

Es que es un año muy especial este 2011. Tanto que el libro de cabecera de cada ciudadano parece que tendrá forma de voto, si nos atenemos a la cantidad de veces que habrá que acudir a las urnas. Pero, si hablamos del reposo veraniego de los políticos, cabe preguntarse ¿dónde están cuando se van? Un ex presidente del gobierno español (1981-1982) de augusto doble apellido, Leopoldo Calvo Sotelo, me concedió una entrevista a principios de los ’90 sin abandonar su afición ociosa de descansar sobre sus amadas rías gallegas de Ribadeo (municipio español donde descansan sus restos desde su muerte en 2008).

"Si quiere la entrevista me tendrá que acompañar navegando a la deriva en mi pequeña barca porque ahí me siento en Babia, que es como debemos descansar los políticos", me dijo apenas encontrarnos. Y la pregunta surgió inevitable: ¿En serio que los políticos necesitan sentirse alguna vez "en Babia"?, ¿de dónde viene eso, don Leopoldo? Tras ratificarme que el político activo tiene "el deber" de "irse cada tanto a las estrellas por un momento", inmediatamente relató con evidente placer, ya que le encantaba la historia, que Babia, comarca montañosa de verdes praderas, situada en la provincia española de León, era lugar de descanso de los reyes leoneses entre los siglos XI y XII, así como hoy, los reyes de España, por ejemplo, adoptan para ello Palma de Mallorca, capital de las islas Baleares.

Pero mientras hoy los babianos desarrollan una rica ganadería, además de ser centro de crianza de la raza equina Hispano-bretona, en aquellos siglos Babia había sido dotada de notables comodidades, algunos lujos introducidos por los árabes como baños, fuentes, grandes espacios ajardinados y lugares para caminar plácidamente y andar a caballo. Por eso, explicó el mismo ex presidente, cuando los reyes se sentían cansados o presionados por problemas de su pueblo, mientras pensaban soluciones, se refugiaban en este lugar fantástico para la época llamado Babia, incluso vistiendo ropas sencillas y capucha o birrete en la cabeza para no ser reconocidos y lograr detener el ritmo agitado por unas semanas.

En ese periodo, si algún súbdito acudía al palacio real con cierto problema o demanda, los empleados debían contestar: "Los reyes están en Babia", que quería decir, "están aislados de todo; miran el cielo; no molestar". Con el tiempo se adoptó como sinónimo de estar distraído o vivir en las nubes…

¿Cuánto tiempo estuvieron en Babia los gobernantes en estas vacaciones? ¿Y la oposición, que tiene menos compromisos oficiales, puede estar más tiempo en Babia? Y, por último, en este 2011, ¿algún político se animará a pasar un momento "en Babia"?