" El amor conyugal no es pesimista, no se queda en destacar los errores y defectos del otro...".

En artículos anteriores, nos referíamos al amor matrimonial, según el capítulo IV de "Amoris laetitia", del papa Francisco. Queremos referirnos a la quinta característica del amor (1 Cor 13,4-7) "el amor no obra con dureza", sino que es amable. Escribe el Santo Padre: "El amor no obra con rudeza, no actúa de modo descortés, no es duro en el trato. Sus modos, sus palabras, sus gestos, son agradables y no ásperos ni rígidos". "Ser amable no es un estilo que un cristiano puede elegir o rechazar. Como parte de las exigencias irrenunciables del amor, todo ser humano está obligado a ser afable con los que lo rodean" (AL,99).


Ser amable (de "amabilis", el que ama) es ser atento, cortés, gentil, afable, cordial y agradable en la interacción y trato con las personas con las que nos vinculamos. Entonces, cuando un individuo se comporta con buenos modales y mucha cordialidad decimos que es amable.


Si el amor matrimonial es verdadero, es necesariamente amable, porque la amabilidad es el amor en acción con mil detalles que hacen feliz al otro, que hacen agradable la vida juntos, porque busca el bien y la felicidad del amado, aun a costa del propio sacrificio. Amar es dar la vida en los actos de cada día por el amado; ser desinteresado, generoso, abnegado. 


Durante la etapa del noviazgo y la luna de miel, tanto varones como mujeres, se esmeran en ser atentos y amables con su pareja debido a que están en la etapa de la conquista y el enamoramiento. Pero terminado ese período y entrados ya en el matrimonio, con el tiempo, hay quienes dejan de esforzarse en ser agradables en sus gestos, palabras y obras.


Al respecto, escribe el Papa Francisco: "El que ama detesta hacer sufrir a los demás...es capaz de decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan. Veamos, por ejemplo, algunas palabras que decía Jesús a las personas: "¡Ánimo hijo!" (Mt 9,2). "¡Qué grande es tu fe!" (Mt 15,28). "¡Levántate!" (Mc 5,41). "Vete en paz" (Lc 7,50). "No tengáis miedo" (Mt 14,27). No son palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian. En la familia hay que aprender este lenguaje amable de Jesús" (AL,99). 


El amor conyugal no es pesimista, no se queda en destacar los errores y defectos del otro, en la crítica destructiva; al contrario, ve los defectos, pero sabe que todos los humanos somos limitados y necesitamos ayuda para superarlos; sobre todo, valora la parte buena, positiva, virtuosa, buscando el bien y la felicidad del otro, "en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad", es decir, siempre. No obrar con dureza, siendo amable, es, pues, la quinta característica del amor.

Por Ricardo Sánchez Recio
Lic. en Bioquímica. Orientador Familiar. Profesor.