La evolución y desarrollo de la humanidad no se podría medir con el conocimiento alcanzado en esta era de avanzada dimensión, si no hubiese existido el afán pertinaz de quienes desde los albores de la luz, tejieron puentes entre el hecho y el hombre distante que tomaba contacto con el suceso por medianeros o pregoneros. El periodista existió siempre. Fue el protagonista extraordinario que ha construido la historia, trajinando a la intemperie hasta encontrar su ámbito, al que llamó prensa.

La prensa, tal como la conocemos hoy, desde el siglo XIX y sin arrogarse títulos, se valió del método para inscribir la síntesis y el análisis, y requirió de sistemas para concatenar la compleja y abundante realidad del mundo. Y para sostenerse necesitó de la verdad mucho más que de la objetividad, porque en ese esquema de la vida cada vez que la prensa se liberó del yugo de la censura, en esa misma medida y proporción se liberó también la humanidad. ¿Ha graficado el hombre tamaña significación?

La libertad no es la enunciación de la ley sino la posibilidad de elegir caminos. No se trata de "añadir un codo a la estatura" porque somos más futuro que presente y toda aspiración humana se circunscribe en el mañana. Esa construcción necesita del alimento de la paz para su edificación, porque el quiste de la inseguridad convive en el aliento de controvertidas democracias escondidas entre bambalinas, donde la corrupción no se ve, pero se huele, palpable paradigma incorregible y actual.

Una doliente paradoja engloba a Latinoamérica con estadísticas alarmantes y penosas, donde los asesinatos, secuestros, persecuciones y acosos contra periodistas se suman a las normas creadas para imponer una sola verdad, la del gobernante, que asegura que garantiza una libertad de expresión, de hecho condicionada. Han pasado 181 años desde que Charles-Louis Havasen, en 1835, creara la primera agencia de prensa del mundo en París -la Agencia France-Presse (AFP)- amparado por "la posibilidad de generar caminos", verdadero sentido de esta noble profesión.

El llamado a la reflexión desde la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), en el último encuentro, parece no haber caído en saco roto y nuevos vientos soplan morigeradores del clamor que también tiene su nombre: igual trato y justicia. Es de esperar que así sea.