La preservación de la flora y la fauna autóctona de nuestra provincia es una tarea que requiere el mayor compromiso posible por parte de todos los sectores vinculados al control y a la vigilancia del medio ambiente. En el caso específico de la fauna, resulta inadmisible que periódicamente grupos de cazadores furtivos provoquen verdaderos desmanes sin que los organismos de control o de seguridad logren disuadirlos, antes de que el mal esté perpetrado.

Llama poderosamente la atención que los operativos siempre tengan como resultado animales ya faenados y armas secuestradas, mientras que nada se dice sobre quienes son los inescrupulosos que se atreven a transgredir las normas en vigencia, que sanciona este tipo de hechos.

Es evidente que algo falla en el objetivo de evitar que se concrete la depredación. La falta de una conciencia proteccionista es consecuencia directa de la ausencia de campañas que promuevan este comportamiento y que, a la vez, difundan las duras sanciones que se deberían aplicar a quien sea sorprendido atacando la fauna local.

En los últimos meses del año pasado, la Subsecretaría de Medio Ambiente concretó una serie de operativos atrapando a numerosos cazadores con armas de fuego y tramperos para la captura de aves. De la misma manera, el domingo pasado Gendarmería Nacional atrapó a un grupo de cazadores furtivos, en la localidad sarmientina de Los Berros, que habían matado tres guanacos. En ambos casos, el daño no se pudo evitar y se actuó una vez consumado el hecho.

Hay que tratar de desalentar la depredación antes que la misma ocurra evitando que los cazadores, que de una manera u otra se las arreglan para quedar en el anonimato o evitar el pago de las multas, concreten un daño inevitable.