Después de casi medio siglo de conflicto armado, el gobierno colombiano y los cabecillas de la narcoguerrilla denominada Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), alcanzaron el domingo último un avance significativo para firmar la paz definitiva, tras seis meses de iniciar el diálogo en La Habana, con la intercesión de terceros países.

El conflictivo tema agrario, punto de partida de la insurgencia armada y primero de la agenda de negociación, fue resuelto a satisfacción de las partes, y según los observadores se trata de un tema crucial para dar comienzo a las transformaciones radicales de la realidad rural y agraria del país, en un marco de equidad y democracia, de acuerdo al documento firmado para descomprimir un punto crucial: el manejo de las tierras y desarrollo rural colombiano.

Para el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, se ha llegado a alcanzar un logro político significativo y un importante paso adelante en procura de la paz, por lo que deseó que los dos sectores arriben finalmente a los éxitos previsibles en sus esfuerzos para consensuar los asuntos pendientes y poner fin al largo enfrentamiento con la guerrilla. Al beneplácito, se sumó el vicepresidente de Estados Unidos, Joseph Biden, quien comenzó ayer una visita oficial a Bogotá, y el de los gobiernos de Bolivia y Venezuela, garantes del diálogo, con sendos mensajes de solidaridad con el pueblo colombiano y se congratularon por el entendimiento.

El tratamiento de los grandes latifundios, la cantidad de zonas de reserva campesina y los controles de la explotación minera y la inversión extranjera, han sido temas de duro debate en las negociaciones y, aún con este acuerdo, la guerrilla dejó ver que siguen siendo aspectos en los que falta más discusión. Para el Gobierno, sin embargo, el arreglo supera la visión tradicional de una reforma agraria y pretende crear cambios reales para cerrar la brecha entre el país rural y el urbano, los grandes contrastes sociales políticos y económicos de Colombia.

Sin embargo se contraponen intereses económicos y posiciones ideológicas, caso de las críticas de los ganaderos y otros sectores empresarios, porque se ha cedido a las pretensiones de los guerrilleros de la FARC, con una visión reduccionista, contraria a la conquista de los grandes mercados que necesita la economía colombiana.