Hoy todos los sanjuaninos subiremos a escena. Seremos actores, escenógrafos, regidores, vestuaristas, decoradores, maquilladores, utileros, electricistas, figurantes, autores y hasta boleteros … Y nos venimos preparando desde hace 200 años. Porque no es casual que se llame del Bicentenario, ya que es el nombre que le queda a medida. Y porque esos dos siglos de independencia los estamos celebrando.

San Juan fue parte clave en aquel momento crucial del 9 de julio de 1816, y desde entonces pasó de todo. Pero nunca se inauguró un teatro provincial, pensado, concebido, proyectado, gestionado financieramente, y construido con ese fin. El benemérito Teatro Sarmiento, nació como Salón Cultural de la escuela Superior Sarmiento. Sucesivas remodelaciones a esta suerte de paraninfo, lo adaptaron a las nuevas necesidades y exigencias de seguridad, sin olvidar que la generosidad del ministerio de Educación hizo que lo siguiéramos ocupando como teatro oficial. Luego está el anfiteatro Buenaventura Luna del Auditorio.

Pero todos los demás teatros de San Juan fueron construidos con ese fin desde la actividad privada, salvo excepciones en municipios, escuelas o museos, donde se trata de espacios acondicionados como salas para representaciones. Antes y después del terremoto de 1944 existieron soberbias salas como el Cervantes, Estornell, San Martín, San Juan, Gran Rex, Renacimiento, entre otros. De ellos solo se mantienen en pie el ex Estornell, preservado por la Municipalidad de la Capital como Cine-teatro Municipal, y el Renacimiento, y Opera que lo ocuparon por años algunas iglesias.

Si bien el Teatro argentino data de 1544, al nacer la Patria, en 1810, San Juan no registra ningún antecedente de actividad teatral y menos de un espacio para ello. De todas maneras, habían llegado a nuestra provincia libros de variada temática, inclusive sobre teatro, de la Francia e Inglaterra iluministas generadoras de un moderno canon de vida pensante tras la Revolución de 1789. Pero en aquella aldea montañesa, todavía colonial, sólo los disfrutaban familias destacadas como los de la Rosa, Del Carril, Laprida, Oro, Godoy, Bustamante, entre otros, como recordó Juan P. Echagüe.

Sin embargo, la historia, memoria e identidad del teatro en San Juan es igualmente larga, valiosa e inagotable, y ha sido prolija y felizmente investigada desde la FFHA de la UNSJ y el Instituto de Literaturas ‘Ricardo Güiraldes”. ‘Telones de arena”, ‘El Instituto Superior de Artes”, y ‘Escritos sobre la escena sanjuanina” (dirigidos por Juan Mariel Erostarbe, Alicia Castañeda y Susana Lage, junto a un notable grupo de investigadores), entre otras publicaciones, relatan y analizan la trayectoria del teatro sanjuanino, con énfasis en el periodo que va desde la Escuela de Arte Dramático al denominado ‘Instituto Superior de Artes” que duró apenas seis años (1959-1965), con ese símbolo imborrable del teatro ‘El Globito”, en el Parque de Mayo, primer espacio teatral independiente, que se devoró una sibilina topadora humana en democracia. No obstante, a partir de ahí, lentamente, fue fecundando el teatro independiente hasta llegar a los actuales tiempos en que sobreviven varios grupos teatrales, la mayoría apoyado por el Instituto Nacional del Teatro, a lo que se suman la carrera universitaria, los esforzados centros de estudios teatrales, como el Instituto Pavlova, de declamación y artes escénicas, entre otros, así como numerosos talleres de enseñanza teatral en toda la provincia.

En este momento histórico del teatro sanjuanino, hay que sumar a los nombres ya citados, el de Bertha K. de Abner de labor trascendente en este campo desde la docencia e instituciones culturales. También Perla Acerbi de Gatti y las estrellas del firmamento teatral sanjuanino como Oscar Kummel, José Campus, Juan Carlos Carta, Ariel Sampaolesi o José Annecchini, junto a David Volpiansky, Luis Suárez Jofré, Hebe Almeida de Gaigiulo, Silvina Martinez, Franco Russo, Fausto Procopio, y con el mismo respeto a todos, muchos más, junto a una camada de novísimos teatreros que forman el llamado ‘teatro emergente sanjuanino”.

Este coloso de la escena sanjuanina comienza a caminar de la mano de Eduardo Savastano, un buen guía, un notable administrador, y del brazo de la ministro Claudia Grinspan y del gobernador Sergio Uñac, que desde que asumió puso el pie en el acelerador a la obra, hasta llegar a hoy, terminada. Seguramente nadie olvida que los cimientos y primeros ladrillos se pusieron bajo la conducción de Dante Elizondo y Zulma Invernizzi, como ministro y secretaria de Cultura y de José Luis Gioja, propulsor del Teatro del Bicentenario, así como con la colaboración de PROTEA, que facilitó su personería jurídica para la financiación. Si el teatro ha sido siempre un ejercicio de rebeldía y se ha enfrentado al autoritarismo, los sanjuaninos haremos de él, el ejercicio de pulsar la cultura a diario.

Por eso, hoy, tras la primerísima función nos iremos a dormir el sueño del primer teatro provincial. Y la luna sonreirá cómplice ante la quimera lograda por los sanjuaninos.