Aquel miércoles 23 de noviembre de 1977, nuevamente los sanjuaninos, sobrellevamos otra catástrofe telúrica, que súbitamente surgió de las entrañas de la tierra, sembrando pánico y muerte, poniendo a prueba, una vez más, sus temples. A las 6 horas, 26 minutos y 37 segundos, comenzó un pavoroso ruido subterráneo, que antecedió al terremoto, sorprendiendo a la mayoría de la población en apacible sueño. Recuerdo, como si fuese ayer, como la tierra en sus interminables movimientos, semejaba un dilato mar, el cual serpenteaba y bramaba, a manera de estar soportando una interminable tempestad. Las hojas de los árboles caían y las aguas que circulaban por las acequias abandonaron su cauce. Luego de aquellos interminables segundos, continuó un sepulcral silencio, seguido de gritos, llantos y plegarias, que irrumpieron en aquel amanecer sanjuanino. Las noticias decían que el epicentro se localizó en la Sierra de Pie de Palo y que la intensidad era de 7,4 grados (escala Richter) afectando principalmente a Caucete y en menor medida a San Martín, Angaco, 25 de Mayo, 9 de Julio y Sarmiento, aunque en toda la provincia se registraron daños y el país casi en su totalidad percibió el movimiento.
Ese infausto día, en la ciudad Capital toda actividad se detuvo. Gente presa de pánico abandonaba sus hogares, especialmente aquellos que moraban en elevados edificios. Quienes tenían la desdicha de contar con familiares en Caucete, efectuaron una verdadera proeza para poder llegar. El puente de hierro se había hundido. La alternativa fue ir por el llamado "puente viejo+, pasando por San Martín. Observar Caucete horas después del sismo, era algo dantesco. A distancia se advertía una densa nube de tierra que cubría toda aquella pequeña urbe. Enormes y profundas grietas en las calles, bramidos intensos, continuidad de remezones, hicieron de todo aquello algo impresionante.
Las crónicas de ese día dicen que, más de 5.000 hombres, entre médicos, fuerzas de seguridad, enfermeras, técnicos, radioaficionados y obreros, continuaban trabajando para que San Juan retomara la normalidad. En este sentido fue invalorable la maratónica tarea que realizaron los periodistas locales. LV1 Radio Colón, estableció un nexo radial entre nuestra provincia con el resto del país.
Sin embargo y sobretodo, fue esa fuerza espiritual que posee y caracteriza al sanjuanino, lo que permitió superar tamaño trance.