En estos últimos meses, diversos problemas con jóvenes que aparecen involucrados en hechos que tomaron estado público, puede hacer pensar sólo en sus aspectos negativos. Es de lamentar que, cuando se describe la vida de los adolescentes, sobre todo a nivel mediático, se apunte, única y metódicamente, a los conflictos y, sobre todo, al descontrol que, obviamente, existe en muchos casos y es visible, noche tras noche, en boliches y en calles del país.
Sin embargo, vale señalar que esos mismos chicos que salen a la noche con mayor o menor grado de descontrol son los que forman partes de varias ONGs que existen en el país para, por ejemplo, construir casas para personas que no tienen un hábitat mínimamente digno. En este caso, ellos se reconocen en acciones que no concitan la mirada mediática tanto como un coma alcohólico o la toma de un colegio. El peor riesgo que corren los adolescentes no es el alcohol, las drogas, la promiscuidad sexual, el embarazo temprano o la inseguridad, sino el descorazonamiento.
Uno de los elementos que más riesgo conlleva de descorazonar a los jóvenes es el rostro angustiado de sus padres a la hora de dar cuenta de su propia vida. De hecho, si se hiciera una radiografía psicológica de los chicos y chicas que se exceden en las noches bolicheras y sus adyacencias se vería que el discurso subyacente es el siguiente: "Vivamos ahora todo lo que sea divertido, que al crecer te transformás en eso que son los padres, que están siempre quejándose de su destino y atormentados por su propia vida, sin posibilidad de vivirla en plenitud\’\’.
Nunca está de más proponer a los padres de los adolescentes que vivan su vida con la mayor plenitud e integridad posible, para de esa forma ser un horizonte deseable para sus hijos. Otro fenómeno llamativo es el de las estadísticas que se trazan en relación con los adolescentes. Cada vez que alguna consultora se dedica a los adolescentes es para abundar en problemas. Nunca se hacen mediciones sobre cuántos adolescentes están enamorados, cuántos ayudan a sus padres trabajando, cuántos son leales con sus amigos, cuántos estudian, trabajan.
La adolescencia tiene problemas, pero también tiene recursos. Esos recursos, entre los que la confianza está en lugar principal, no son poca cosa, tal como hacen los chicos y chicas que crecen entre nosotros, mirando en nuestro rostro adulto el reflejo de un mundo del que, aunque teman, serán parte dentro de poco tiempo.