El esperado proceso de paz entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC o "Ejército del Pueblo”, la narco guerrilla marxista-leninista, fue anunciado por el presidente Juan Manuel Santos, tras seis meses de conversaciones exploratorias con los insurgentes, hasta trazar lo que el mandatario calificó de "hoja de ruta” para un acuerdo-marco.

Los contactos del Gobierno con las FARC se desarrollaron en La Habana junto a los garantes de las partes, Cuba y Noruega, y Chile y Venezuela como veedores, para determinar los propósitos, la agenda y las reglas de juego que enmarcan a este plan seguido con expectativa en el plano internacional, ante la posibilidad real de terminar de forma definitiva con un conflicto armado interno pero con repercusiones políticas, económicas, sociales y hegemónicas en una vasta región de Latinoamérica. Debe recordarse que las FARC nacieron en 1964 al amparo de la penetración ideológica activa de Cuba y la ex Unión Soviética, y sus operaciones y campamentos se extendieron hacia países limítrofes, como Venezuela, Ecuador, Panamá y Brasil.

En sus 48 años de acciones bélicas, dominaron 24 de los 32 departamentos de Colombia, provocaron uno de los mayores desplazamientos mundiales de la población civil, al huir de los asesinatos y reclutamientos forzados. Las FARC sufrieron numerosas derrotas y quedó debilitada por la muerte de los principales cabecillas, pero todavía tienen un alto poder de fuego movilización. Lo peor, cambiaron el rumbo doctrinario inicial para reconvertirse en el narcotráfico como principal sustento financiero, estimado en ingresos por mil millones de dólares anuales -es el mayor cártel del mundo-, además de los secuestros extorsivos y robos.

El nuevo camino para el cese del fuego se basa en cinco puntos: desarrollo rural y mayor acceso a la tierra, garantías del ejercicio de oposición política y participación ciudadana; fin del conflicto armado con entrega de armas; reinserción de los guerrilleros a la vida civil; solución al problema del narcotráfico, y derechos de las víctimas.

Es de esperar que este esfuerzo por la paz no termine en una nueva frustración. Los pueblos democráticos acompañan a la buena voluntad de las partes, entre ellos Argentina que ayer expresó su total disposición a colaborar en el éxito del diálogo así como en ofrecer todo aquello que Colombia considere que nuestro país pueda aportar a este proceso histórico.