Como lo fueron en su día el maíz o el chocolate, y más tarde el tango, el bolero o la ranchera, las telenovelas, "esas desgarradas historias sobre las dificultades del amor", son ya un producto típicamente latinoamericano, la "marca de exportación" de una región entera frente al resto del mundo.
Conocida como "teleserie" en Chile, "teleteatro" o "tira" en Argentina, "seriado" en Colombia y "culebrón" en Venezuela, lo cierto es que este género televisivo "logró cohesionar América latina" para convertirse en uno de sus distintivos a lo largo y ancho de todo el planeta.
El sentido del melodrama nace y se reinventa constantemente en la imaginación del venezolano Alberto Barrera Tyszka, escritor y guionista de telenovelas, "aunque no consumidor", para quien el éxito del género, más allá de las fronteras latinoamericanas, consiste en reconocer que, en el fondo, "todos llevamos dentro un ser muy cursi. Por eso se establece una conexión inmediata entre los protagonistas y los espectadores. Incluso aquellos a los que les da vergüenza reconocerlo terminan viéndolas.
Para construir una buena telenovela hay que jugar con los estereotipos y construir una historia donde los malos "son malísimos y se levantan todos los días pensando a ver como friego (fastidio) a Marisela", bromea Barrera, "como si no tuvieran otra cosa que hacer en la vida".
La imagen de la joven virgen, que crece en el seno de una familia tradicional, también está cambiando, porque "ahora muchos escritores se han dado cuenta de que a la gente le sienta peor ser feo que ser hijo no reconocido", apunta el escritor venezolano en clara referencia a "Betty la Fea", producción colombiana del año 2001. "Fernando Gaitán -su autor- tuvo la gran idea de rescatar la vieja historia del ‘Patito Feo’ y acertó completamente", subraya Barrera. Pero la sociedad evoluciona, y los guiones van cambiando, por eso ahora triunfan más aquellos, por ejemplo, en los que el protagonista es un narcotraficante capaz de acabar sucumbiendo al amor, "aunque con dificultades", matiza el escritor, porque "a nadie le interesa la felicidad, es más, cuando la felicidad llega se acaba la telenovela".
En definitiva, la telenovela es "como la vida misma", porque para Barrera "todos necesitamos sentirnos queridos y siempre nos sorprenderá ver en pantalla gente que no tiene otra preocupación ni otro deber que enamorarse".
