Los cónyuges deben declararse los defectos con caridad y
sin ánimo de herir ni humillar.


El papa Francisco en su magisterio sobre el amor conyugal nos ilumina sobre la conveniencia de formar un matrimonio realista, basado en lo que realmente somos, y no en "príncipes" y "princesas".


Escribe el papa Francisco: "No hacen bien algunas fantasías sobre un amor idílico y perfecto, privado así de todo estímulo para crecer. Una idea celestial del amor terreno olvida que lo mejor es lo que todavía no ha sido alcanzado, el vino madurado con el tiempo" (AL,135). 


"Es más sano aceptar con realismo los límites, los desafíos o la imperfección, y escuchar el llamado a crecer juntos, a madurar el amor y a cultivar la solidez de la unión, pase lo que pase", señala el Papa (AL,135).


Comprender que en este mundo nadie es perfecto; no nos hemos casado con un ángel, sino con un ser humano, que tiene defectos, limitaciones y debilidades. Por lo tanto, hemos de resignarnos a sobrellevar todo esto por amor. Ciertamente, habrá ciertas actitudes y comportamientos que deberán corregirse y mejorarse en aras de la armonía matrimonial. Es necesario adaptarse mutuamente y esto implica necesariamente cambios y mejoras personales. Por eso, sin echar en cara de una manera desagradable esos defectos al cónyuge, los esposos deben hablar y comprenderse mutuamente en este tema. Deben declararse los defectos con caridad y sin ánimo de herir ni humillar. Bondadosamente harán notar estas cosas pero sin pretender una enmienda inmediata. Los cambios llevan su tiempo y deben darle prioridad, más que a los defectos, a las virtudes que posee el otro y que motivaron a elegirlo como cónyuge. 


La realidad nos muestra que la pareja perfecta no existe y que sobrevendrán desencuentros. "Siempre hay en la vida matrimonial problemas o discusiones. Es habitual y sucede que el esposo y la esposa discuten, alcen la voz, se peleen. Y que a veces vuelen los platos, pero no se asusten cuando sucede esto, les doy un consejo, nunca terminen el día sin hacer la paz" (Jornada Mundial de la Juventud, 2016).


Felizmente los esposos cuentan, por el sacramento del matrimonio recibido, con la presencia amorosa de Cristo, que camina todos los días a su lado, uniendo a los esposos entre sí, ayudando con su gracia a levantarlos en sus caídas y a resolver los problemas de convivencia con la fuerza de su Amor divino.


La convivencia matrimonial requiere estar dispuestos a "dar la vida" por el bien y la felicidad del otro; requiere estar dispuesto al "martirio a cuentagotas" de cada día por amor a Dios. Expresa el papa Francisco: "Yo, cuando encuentro a uno que se casa... les digo: ¡Estos son los que tienen coraje! Porque no es fácil formar una familia. No es fácil comprometer la vida para siempre. Hay que tener coraje" (Mensaje a los recién casados, 2016).

Por Ricardo Sánchez Recio
Orientador Familiar. Bioquímico legista. Profesor en Química