En este nuevo milenio y para el siglo XXI, todo ser humano debe ejercer su voluntad sin perjuicio alguno siguiendo los principios universales de la igualdad. Para ello, la educación es la motivación que lleva al hombre a realizar experiencias y concebir las ideas que permitirán su perfeccionamiento. La educación popular tiene la misión de formar al pueblo como "actores de la enseñanza", comprometidos con la comunidad social y en la búsqueda de la unión de todos los hombres. La enseñanza tiene tres niveles de desarrollo: el primero es responsabilidad de los padres, el segundo de los profesores y el tercero de las instituciones. Quienes colaboran en la formación como docentes son instructores.

Los profesionales de la educación, es decir los docentes profesores, deben promover el conocimiento procurando el aprendizaje mediante la observación y realización de experiencias con técnicas inductivas y metodologías didácticas. La ciencia fundante es la Pedagogía, con su objeto de estudio: la educación y la cultura. Su respaldo, la Filosofía de la Educación. Las prácticas pedagógicas deben derivar de una Pedagogía Crítica que devenga en "transferencia de los resultados" para todo nivel, escolarizado y social. La formación debe probar el espíritu innovador y la intervención ciudadana; la educación, lo hará sobre la libertad, el compromiso y la razón.

La educación se orienta a la perfección del ser humano y se exige para las competencias e impulso en las aptitudes de las personas. El niño debe desplegar su capacidad de juego y el joven complementar con el ejercicio del pensamiento. Impulsar las oportunidades en estos y en los adultos, independiza la mente y posibilita la cultura del trabajo. La docencia es un oficio, la educación un deber y la formación una profesión. En esta última el docente profesor no debe avanzar hasta no acreditar que lo aprendido se aplicó a la realidad, pues la evaluación y la sola comprobación no alcanzan.

Frente a los avances tecnológicos la escritura directa documenta en todo aspecto, el valor de la palabra empeñada es la mejor propuesta ética y la ocupación del tiempo entre el pensar y el hacer da garantías para el esfuerzo y el trabajo.

Las actuales metodologías de aprendizaje en el compromiso de las ideologías o el capital, involucran más el interés que la capacidad de captar lo específicamente humano. La poca iniciativa de las instituciones de instrumentar compromisos ciudadanos por el hacer, forma al niño o al joven cautivo del ocio. La educación libera al hombre de perjuicios y ataduras, devela la razón para el conocimiento.

Procurar una imagen limpia en el niño, joven y adulto con independencia cultural resiste la discriminación y alienta la participación. Todas las escuelas desde jardín de infantes hasta la universidad deben tener talleres laborales, laboratorios para todas las disciplinas y espacios físicos para destrezas, habilidades y talentos. La educación formal debe tener por ámbito auxiliar la educación parasistemática y comunitaria, para alcanzar el fin de la integración.

Se debe educar para la unión de todos los hombres procurándose la armonía, reservando la naturaleza y respetando todo ser vivo; incentivar las festividades culturales, religiosas y deportivas. Los niños deben aprender un oficio y saber cómo y porqué trabajar. El significado de las representaciones y las imágenes son impactos que todo alumno debe reconocer auxiliado por principios y valores familiares, cristianos y de tradición. La actualización de estos mantiene la cultura y pone orden a la vida social, psicológica, física y espiritual para lograr comprender el fin del hombre en la vida y obtener la razón de su existir, no sólo en el tener sino más propiamente en el ser.

La solución a todos los problemas del hombre está en la educación y la herramienta metodológica más eficaz es la prevención, pues si es verdad que el conocimiento necesita de la experiencia, hay certeza en que no todo conocimiento deriva de ella. Pues así, la palabra, tomará su fuerza y valor.