El evangelio que la Iglesia proclama en este III domingo de Pascua es el relato de los discípulos de Emaús (Lc 24,13-35), quienes amargados, el domingo de Resurrección abandonan Jerusalén y se van a esta pequeña aldea, distante 11 km más allá de la Ciudad Santa. En el camino se les aparece el Señor como un peregrino más, pero diferente.
Es el Dios que les explica las Escrituras, les parte el pan y los corazones de ellos dos arden, mientras que sus ojos brillan de luz. "Quédate con nosotros porque se hace tarde" es el ruego que se hace oración de parte de estos hombres transformados. Descubrieron al Resucitado y volvieron a la comunidad de Jerusalén proclamando lo vivido.
Ernesto Renan, escritor, filólogo e historiador francés, muerto en 1892, autor de la famosa "Vida de Jesús", que tanto mal hizo y en donde, a pesar de afirmar admirar su figura, niega la divinidad de Cristo, decía que este evangelio de Emaús era "uno de los relatos más finos y bellos que se hubieran escrito nunca en cualquier lengua". Y Jean Guitton (1901-1999), filósofo francés eximio, poco antes de morir, en una entrevista al diario "La Croix" sostenía: "Si tuviera que elegir de los evangelios -y quizás de toda la literatura universal- la página que salvaría de una conflagración mundial, ella sería la de los discípulos de Emaús". En griego, la palabra "camino" se expresa con el término "odòs". Pero hay tres palabras que se relacionan con "camino" y con Emaús, ya que este lugar es esencialmente un camino o un viaje de ida y vuelta. "Éxodo" significa "camino que conduce afuera".
Los dos discípulos han hecho su éxodo desde Jerusalén cuando no confían en el testimonio de las mujeres sobre la resurrección. Ellos se asemejan al hijo pródigo que deja la casa paterna para irse a un país lejano. Ellos han dejado aquello que creían que era la seguridad personal de los dos y de muchos otros: la liberación política de Israel, por parte de Jesús. Viajan dejando la Ciudad Santa, buscando nuevas esperanzas e ilusiones. Han perdido lo que nunca se debe perder: la esperanza.
En la Catequesis del miércoles pasado, el papa Francisco decía, siguiendo el principio latino antiguo "Homo viator, spe erectus" (Al caminante lo mantiene en pie la esperanza), que la esperanza es la que nos hace estar de pie y caminar con la mirada en alto. "Método" es otra palabra significativa, porque indica el "camino que conduce más allá". Es el camino interior de los dos discípulos de Emaús, que tuvieron su éxodo a causa del itinerario errado de sus pensamientos sobre Jesús.
Cuando el "forastero" los alcanza y los llama "necios y duros de corazón en el creer las profecías", los invita a cambiar de método; a cambiar de camino mental. "Sínodo" indica el "camino convergente hacia un punto". El episodio de Emaús contiene dos polos: Emaús y Jerusalén. Es el más bello sínodo y la más bella convergencia de la historia. A Jesús lo seguían muchos discípulos, a los cuales amaestraba con su doctrina, su humanidad y amistad. Entre los discípulos surgían Doce, llamados apóstoles. Pero los dos de Emaús no eran apóstoles. De ellos, uno tiene nombre; el otro no. El primero es Cleofás. El otro no tiene nombre, para que cada uno de nosotros ocupe su lugar.
Los dos discípulos caminan y discuten, mientras son alcanzados por Jesús. Estaban tristes. La tristeza es la causa de la fuga. La alegría es lo que producirá el encuentro y los hará volver a Jerusalén. El original griego dice "ex – èstesan", que se puede traducir como "alienados", "fuera de sí". Este término demuestra mejor el estado de ánimo de ellos, que es de exaltación, de convulsión psicológica. Los dos son llamados por Jesús: "necios y duros de entendimiento".
El evangelista Lucas usa dos verbos bellos: "Jesús se acercó y caminaba con ellos". El verbo "enghisas", es el participio aoristo de "egghizo", que significa "se acercó". Lucas lo emplea 18 veces en el evangelio y 16 veces en los Hechos de los Apóstoles. Aquí Jesús se acerca en persona. Los dos de Emaús han sido afectados por una enfermedad mortal: la de la duda y la desesperación. Ellos tienen necesidad del óleo de la misericordia y del vino de la esperanza, suministrados generosamente por el Peregrino Samaritano que se hace cargo de ellos hasta que llegan a Emaús. Será en este lugar donde les regalará todo lo que tiene: su cuerpo y su sangre.
Todo esto es la Eucaristía: el Dios cercano que todos los días se hace "prójimo" para nosotros. ¿En qué momento se acercó Jesús a los dos? El verbo griego empleado en Mc 16,12 es "poreuomènois", que se puede traducir: "mientras iban" o "mientras partían". Esto es también la Eucaristía: el Dios cercano, que todos los días se hace "prójimo" para nosotros, haciéndonos arder el corazón y brillar los ojos para contemplar el misterio, dejando de lado la opacidad de la rutina.