En referencia al editorial sobre los biocombustibles, publicado hace unos días en este diario, deseo expresar que adhiero a los conceptos allí vertidos ya que de no hacer un correcto aprovechamiento de los recursos naturales que disponemos, podemos generar un problema más grave vinculado a la falta de alimentos.

En este sentido, resulta muy satisfactorio para quienes llevamos años luchando por ver un cambio de actitud respecto de la conservación del medio ambiente, destacar la iniciativa de una empresa local de reciclar el aceite comestible usado, para elaborar biocombustibles.

Este es un hecho realmente trascendente, que marca un antes y un después, en la necesidad de estar alertas ante el temido cambio climático y hacer un uso correcto de los recursos naturales que disponemos.

El utilizar un desecho peligroso como lo es el aceite comestible usado, es un beneficio ecológico por partida doble. Por una lado se elimina o transforma un desecho que provoca serios trastornos y que hasta ahora, o termina en las cloacas o en una cuneta a cielo abierto con graves consecuencias en relación a la contaminación que produce. En el primero de los casos puede provocar la obstrucción de las cañerías y en caso de las cunetas, la contaminación del suelo y del agua para riego, ésto en el mejor de los casos.

La crisis del petróleo que ha comenzado a ponerse de manifiesto ha hecho que el hombre se aboque a buscar una alternativa energética en los biocombustibles. Pero para ello se requiere de un recurso muy valioso que hasta ahora muy pocos han ponderado: el suelo. Destinar este recurso para la producción de cultivos de maíz, colza o soja está provocando una crisis alimentaria global. Por buscar una solución se está generando otro problema, tal vez más grave.

Nos aterra pensar que San Juan, pueda convertirse en una fuente proveedora de etanol para ser utilizado como combustible, cuando la escasa tierra que disponemos debe ser utilizada para alimentar a nuestro pueblo. Para ello debemos alentar la producción de remolacha, por ejemplo, pero con fines ganaderos u otros fines industriales relacionados con la alimentación como la producción de azúcar cuyos antecedentes en la provincia ya son conocidos.

Volviendo al tema del uso del aceite de cocina usado, es un hecho de que convenientemente recogido y transformado, estos aceites pueden convertirse en un gasolina diesel. Su utilización es doblemente ecológica, ya que no es necesario destinar grandes cantidades de materia prima para elaborarlo, además de evitar la contaminación del medio ambiente al no tener que vertirlo en lugares inapropiados.

De acuerdo a experiencias realizadas es posible elaborar biocombustible a partir del aceite comestible usado en las propias casas, aunque para hacerlo con garantías plenas se aconseja que su elaboración sea industrial. La colaboración de los consumidores es fundamental para el desarrollo del sistema, ya que la falta de concientización, el desconocimiento, o las pocas facilidades para su recogida llevan a la gran mayoría de las personas a verterlo en la basura o por la pileta de la cocina, lo que puede suponer un grave problema medioambiental y de salud pública.

Los aceites comestibles usados contribuyen a la reproducción de potenciales bacterias nocivas en las cañerías, las que las obstruyen al solidificarse. También son generadores de malos olores en las viviendas y me atrevería a decir que están vinculados al colapso del sistema cloacal de San Juan. Pero ahí no acaba el problema: un solo litro de aceite doméstico puede contaminar mil litros de agua y provocar importantes alteraciones en los ecosistemas naturales.

Existe desde mediados de 2006 la Ley 26.093 que establece un régimen de regulación y promoción para los biocombustibles en Argentina, que seria la norma legal para que este tipo de emprendimientos sea viable. El Gobierno de la Provincia debería acompañar estas iniciativas en favor de la calidad de vida de nuestra población, la preservación de la obra publica y la defensa de nuestra naturaleza.