Tal el título de la obra que expone Mabel Ramírez en la Biblioteca "Sarmiento Legislador” de la Cámara de Diputados de la Provincia, un salto del corazón a las cosas simples. Mabel es maestra jardinera, deportista de elite en carreras de aventura y artista plástica. En cada carrera por el mundo recoge del suelo algo que le servirá para sus cuadros.
Es que la vida puede ser bosquejada varias veces. Tantas como edades y fantasías tenemos. Y puede agregarse una más, la que se construye en el territorio de los sueños. A su vez, a cada época de la vida le corresponde un cuento, y en cada cuento varias veces nacimos y morimos.
En esa bella tarea, uno camina senderos, trepa montañas, escucha trinos, el aire nos puede caer en el rostro como un beso, una hoja puede acariciarnos el hombro; pero si no sentimos todo eso como nuestro, o sea desde el fondo del corazón, nuestro camino ha atravesado un paisaje muerto.
La obra de arte es un parto desde las tinieblas. Desde un montón de ideas atropelladas, de sombras infértiles, de pronto una luciérnaga (la inspiración) engendra luz para siempre y allí está el logro, brote mágico, insospechado con el que nos incorporamos al cielo y los ensueños.
Mabel Ramírez camina el mundo de la mano de los sueños, porque soñar es ver en cada cosa la belleza; porque cada paso suyo, cada mirada se detiene a honrar las cosas. Ésa es su obra. Si alguien recoge una pluma que parece muerta, una astilla de un árbol derogado, un pétalo a punto de secarse, y con ese equipaje que le demanda el espíritu es capaz de hacer un obra de arte, no sólo es un artista sino un ser encandilado de sueños; por eso su mirada, la de Mabel Ramírez, es otra y su alma más agraciada que aquel que en el camino no encuentra nada.
Todo lo que nos ha tocado en el reparto de la vida está en nosotros mismos; es cuestión de saber encontrarlo; se expone gallardo en las líneas de nuestras manos, nuestros gestos y la rosa actual, es nuestro escudo y nuestro rostro, y debe enorgullecernos si fuimos simplemente dignos. Por eso, nada del paisaje espiritual que Mabel ha ido construyendo para engalanar su casa y la del prójimo y enamorar conciencias, puede ser jamás desconocido.
Está bien recoger esos signos de la naturaleza y de los hombres. No es válido privarnos de nuestras ingenuidades, nuestros tropiezos o hasta de nuestros errores. Es imposible desprenderse de algo que no hemos ignorado a nuestro paso, sin perder una parte de cuerpo y alma. Por eso le sugerí humildemente a Mabel, para su folleto, que: "La belleza puede ser una hoja perdida, si somos capaces de encontrarle el alma".
