Cada vez que llegaba una carrera ciclística... la gente rugía desde las tribunas, esperando la vuelta final y el desenlace...

Por aquí entrábamos en pelotón en la Doble Calingasta, la Mendoza-San Juan o el Campeonato Argentino de Ruta, le dice Vicente Chancay al Payo Matesevach, quien lagrimea, con la cabeza gacha... Y la gente rugía desde las tribunas, esperando la vuelta final y el desenlace... Más o menos por aquí era la llegada de los Argentinos de Velocidad que tantas veces ganamos, le susurra el Lilo Jiménez, gran campeón Panamericano, a José Fuentes y Fernando Amador Giménez, otros de los tantos sanjuanino que disfrutaron el galardón de campeón argentino.


Es muy diferente estar ante las cosas que hurgar del recuerdo, que es sólo es un árbol que pierde hojas de a poco, una camisa que lentamente destiñe con el paso de los años, hasta dejarnos casi desnudos de colores. La ausencia es una rosa deshojada.


Acá piqué y le hice el gol ganador a Boca, relata el Pelado Paz, mientras sentencioso, el Meco Muñoz le recuerda que desde aquel anchuroso corazón de verde pasto habilitó al compañero que se dio el gusto del gol agónico a uno de los grandes del fútbol nacional. Ya nada será igual. La topadora de la sin razón se ha arrasado hasta la nada lo que fue gran parte de nuestra historia deportiva, nuestras emociones, así como sólo sirve para el dolor y el llanto recordar nuestra casa y ver que no ha hay de ella ni un yuyo.


Desde la tribuna oficial, único gesto conservado que merodean voces prisioneras, vi con mi padre, a estadio repleto, la final del fútbol local entre San Martín e Independiente y Las Alegres Fiestas Gauchas, homenaje de Carlos Montbrum Ocampo al gran arte popular, a puro "Cuando pa' Chile me voy..." y "Buscaba mi alma con afán tu alma...". En el peralte Norte ruge la Harley del Vasco o la epopeya del speedway, sin Vasco, Harley ni autos mejorados, y lo, que es más triste, sin el velódromo. Los murmullos de un Argentino de Atletismo se retuercen de pena en un actual enorme playón, inexpresivo, desierto de pasto, casi ningún árbol, muchas farolas que iluminan la ausencia y el espacio vacío que Alberto Cortez seguramente lloraría con nosotros desde la tribuna donde no hace mucho mirábamos la Fiesta del Sol.


Por lo menos, hubieran hecho allí un gran anfiteatro y salvado del atropello aunque sea la mitad del velódromo, revivido con murales alusivos a su historia; se habría puesto un fragante cerco de amor al pasado, porque eso somos, estamos armados con sus retazos, sentimientos y ladrillos, aunque quienes derogaron el gran estadio fundacional no hayan conocido sus glorias, que fueron la de sus padres y abuelos y de esta provincia que venció terremotos pero no puñalada. Una cosa es el camino a los besos y otra los besos. Es muy diferente estar ante las cosas que hurgar del recuerdo, que es sólo un árbol que va perdiendo hojas de a poco, una camisa que lentamente destiñe con el paso de los años, hasta dejarnos casi desnudos de colores.


Por el Dr. Raúl de la Torre
Abogado, escritor, compositor, intérprete.