La crisis diplomática entre Argentina y Estados Unidos por un avión militar que llegó al país con armas y explosivos para una instrucción a la Policía Federal se transformó, según la decisión judicial, en una simple infracción aduanera. El juez en lo penal económico Marcelo Aguinsky decidió archivar el caso por la inexistencia de delito, en razón de que todos los testigos que declararon en el expediente afirmaron que nunca hubo intención de ocultar los elementos no declarados ni de engañar a los inspectores que los revisaron. No obstante, la Aduana seguirá investigando si hubo violación de las normas y la eventual sanción. Las opciones son la confiscación de la mercadería y la imposición de una multa. Con esta decisión de la Justicia, el tema vuelve al campo de la diplomacia, del cual no debería haber salido nunca.

El juez Aguinsky transcribió una nota que, a fines de 2010, envió la embajadora norteamericana Vilma Socorro Martínez, a la ministra de Defensa, Nilda Garré, para comunicarle el interés de realizar la segunda fase de un entrenamiento que EEUU venía prestando a la Policía Federal, algo que el Gobierno argentino aceptó. El Departamento de Estado, en reiteradas ocasiones, dio a conocer su "estupor\'\' e "incomprensión\'\' por la reacción argentina, entendiendo que el conflicto nunca debió haberse trasladado del ámbito aduanero al judicial.

Le corresponde ahora a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, jefa de toda la administración pública del país, y por tanto, de la Aduana, la tarea de destrabar esta situación. Aún cabe la posibilidad de encontrar una solución diplomática a este asunto, aunque para esto se hace necesario volver a ejercer la prudencia y el diálogo recíproco, en modo tal que no se deteriore la relación entre los dos países.

Cuando se intenta analizar la relación entre Argentina y EEUU se cae, a menudo, en el error de adherir a una visión divorciada de la realidad. Una equivocación frecuente, estimulada desde perspectivas ideológicas sectarias y decadentes, es la que lleva a alentar interpretaciones conspirativas, en las que el país del Norte aparece casi siempre como un adversario voraz o como un enemigo de nuestros intereses nacionales. La nefasta teoría de la dependencia, bandera de los extremismos de la década del 70, nunca aportó resultados positivos. La diplomacia de un país que admita ser serio, requiere un diálogo permanente y sistemas de alianza a largo aliento, no de la venganza ni de la imprudencia.