El potencial del campo argentino está intacto, a pesar de la serie de desaciertos políticos y las contingencias meteorológicas que castigaron en los últimos años a la producción y comercialización externa de alimentos. Lo importante es que la Argentina sostenga una estrategia exportadora como política de Estado para su relación comercial con el resto del mundo, más allá del mantenimiento de sus destinos tradicionales.

La necesidad de replantear la relación con el mundo implica drásticos cambios de enfoques que no son de ahora, sino tienen un precedente histórico que lleva a que lleguen a nuestro país los desequilibrios económicos de los clientes occidentales. La crisis europea ha endurecido los resguardos de ingresos de productos foráneos y la repercusión en la balanza comercial impulsa a mirar hacia los países orientales y sus demandas crecientes de insumos básicos.

China sigue siendo el cliente codiciado, no obstante los incumplimientos en que ha incurrido nuestro país, por las impericias gubernamentales de pretender proteger el consumo interno cerrando temporariamente las exportaciones al coloso asiático y el mejor ejemplo ha sido con la soja y sus derivados, que causó tanto malestar en los chinos. Igual ocurrió con otros clientes calificados.

El sector agropecuario sigue siendo el motor del desarrollo argentino y su permanente perfeccionamiento no sólo se aprecia en los volúmenes de cosechas sino en la tecnificación y evolución para lograr mejores rindes y excepcionales productos y procesos industriales con alto valor agregado. El campo lidera en el mundo en disciplinas conexas que van desde la biotecnología hasta la logística y la diversificación de riesgos geográficos para mantener la oferta competitiva y creciente, que debe seguir un programa estable consensuado con todos los sectores involucrados.

Más allá del comercio regional y los clientes tradicionales de ultramar, la reformulación global debe apuntar a potencialidades como la activa demanda de India, una plaza de 1.250 millones de habitantes que si bien tiene grandes desigualdades sociales, está creciendo al 7% anual y dentro de una década India será la tercera potencia mundial.

Es un horizonte tan grande que ni siquiera con toda nuestra oferta alimenticia podría abastecer tanta demanda.