Fragmentos de mármol pentélico, la finísima piedra extraída cerca de Atenas, que llegó al Vaticano en el siglo XIX y que originalmente pertenecía a la decoración escultórica del Partenón.


Un gesto novedoso: el papa Francisco, "como signo concreto de su sincero deseo de continuar en el camino ecuménico de dar testimonio de la Verdad , ha decidido donar a Su Beatitud Jeronymos II, Arzobispo de Atenas y de toda Grecia, los tres fragmentos del Partenón, que han sido cuidadosamente custodiados durante siglos en las Colecciones Pontificias y en los Museos Vaticanos y expuestos a millones de visitantes de todo el mundo", según consta en el comunicado oficial difundido por la Santa Sede. Se trata de tres fragmentos de mármol pentélico, la finísima piedra extraída cerca de Atenas, que llegó al Vaticano en el siglo XIX y que originalmente pertenecía a la decoración escultórica del Partenón, templo que aún domina la Acrópolis de los griegos, construido por voluntad de Pericles entre 447 y 432 aC y encomendado a la creatividad del escultor Fidias.


Los tres primeros fragmentos donados por el Papa al arzobispo de Atenas representan una cabeza de caballo que procede del frontón occidental del edificio, en la que se representaba la disputa entre Atenea y Poseidón por el dominio de Ática: los arqueólogos han identificado en el fragmento uno de los caballos que tiraban de la cuadriga de Atenea. El segundo fragmento representa la cabeza de un niño, identificado con un personaje presente en el friso que rodeaba la celda del templo: en concreto, podría ser un portador de las tortas que se ofrecían durante la procesión de las Panateneas en honor a Atenea. El tercer fragmento es a su vez una cabeza de hombre, esta vez de una edad más madura y con barba: podría ser una de las metopas del lado sur del edificio, donde se representó una Centauromaquia.


Los tres hallazgos en el centro de la donación representan solo una pequeña fracción del riquísimo aparato escultórico que adornaba el Partenón, así como toda la Acrópolis; la mayoría de los frisos se conservan en el Museo Británico de Londres y durante años han sido el centro de un amplio debate internacional entre quienes querrían trasladarlos a Atenas y quienes preferirían conservarlos en la capital británica. La adquisición por parte de los británicos, donde se exponen en amplias salas de acceso gratuito, se remonta a 1816, cuando el museo de Londres se hizo cargo de la gran cantidad de hallazgos traídos a Inglaterra por Thomas Burce de Elgin, quien a su vez los había obtenido en 1811, con autorización del gobierno otomano que tenía soberanía sobre Grecia en ese momento. Desde hace algún tiempo Atenas pide la repatriación de los frisos, que le gustaría colocar en su propio museo.


La donación del papa Francisco va, pues, en la dirección tan deseada por Grecia, en su gratuidad y espontaneidad, y al mismo tiempo se encuadra en el debate aún más amplio sobre el papel de las colecciones de los museos en el mundo, concentradas por razones históricas evidentes en las grandes ciudades de Occidente. Si, por un lado, un movimiento de opinión poscolonial quisiera "restituciones" masivas, por otro lado hay razones sólidas -para la conservación, protección, accesibilidad de los hallazgos- en defensa de las instituciones museísticas tradicionales, que además están experimentando a su vez en los últimos años un profundo proceso de replanteamiento de su papel, cada vez más centrado en la comunidad y en las relaciones justas y cada vez menos en la conservación. También en 2022, Francia devolvió a Benín, 19 piezas de una muestra original del país africano. 

Por el Pbro. Dr. José Juan García
Vicerrector de la Universidad Católica de Cuyo