"...sugiero a personas más jóvenes algunas experiencias vividas en el campo de la música o en la profesión. No sé si las aprueban o guardan. Sí sé que toda experiencia ajena sirve...". 


Recosté mi cabeza sobre la almohada. Otra vez los recurrentes dolores de oídos de mi niñez. Preocupado, mi padre hace un embudo con papel de diario y lo introduce levemente en mi oído. Enciende un cigarro y descarga varias veces el humo por el agujero. Otras veces hacía un cucurucho más grande y encendía su extremo. El humo tibio aliviaba el dolor.


Las acciones de mis padres también mitigaban pesares y heridas porque iban acompañadas de la autoridad espiritual y emocional de alguna simple palabra que podía más que un Mejoral, un Sello Fucus o el saboreo de una pastilla Valda; y era casi reverencial si el consejo o la observación venían de mis abuelos. Era entonces el reinado de los que más sabían, heredado de esas civilizaciones donde los pueblos eran conducidos por los gestos y palabras de sus ancianos o mayores. Hoy uno añora esos principios señeros, y se sentiría muy reconfortado si los más jóvenes pidieran consejos en lo que fuere; siempre algo se puede aportar. El imperio de la humildad, fundada en el reconocimiento de los límites y la sana necesidad de acudir a la experiencia de los otros es una aspiración sana.


Alguna vez, el querido y notable Dr. Pablo Ramella, hombre manso y sabio, me inculcó que en la profesión no se podía tener miedo. Se debe estar seguro de las acciones y actuar como corresponde.


Cuando tuve el privilegio de cantar en Nueva York, lo primero que pregunté a quien me convocó fue qué debía interpretar en ese escenario tan ignoto. Me contestó: "Las canciones tuyas". Fue un extraordinario hallazgo comprobar el acierto de su consejo, porque en ese distante lugar del mundo descubrí que ya cantaban 3 o 4 canciones mías; y, sobre todo, aprendí que nunca hay que ser oportunista, adaptándose a los demás, sino jugarse con autenticidad. Había recibido otro sabio consejo.


Muchas veces sugiero a personas más jóvenes algunas experiencias vividas en el campo de la música o en la profesión. No sé si las aprueban o guardan. Sí sé que toda experiencia ajena sirve. 


Un famoso poema del filósofo y abogado Max Ehrman, que nunca se publicó mientras estuvo vivo, solo vio la luz en 1948 cuando su esposa publicó sus poesías. El poema era, más que nada, una declaración de principios y consejos para la vida. Entre otras sugestiones decía: "Camina plácido entre el ruido y la prisa y piensa en la paz que se puede encontrar en el silencio. En cuanto te sea posible y sin rendirte, mantén buenas relaciones con todas las personas. Enuncia tu verdad de una manera serena y clara, y escucha a los demás, incluso al torpe e ignorante, también ellos tienen su propia historia...". Pero lo que más me conmovió fue su estrofa final, que creo constituye la aspiración más sabia: "Esfuérzate por ser feliz".

Por el Dr. Raúl de la Torre
Abogado, escritor, compositor, intérprete.