Este 22 de junio, quedaron definidas las listas para la renovación de los mandatos de presidente y vice: Macri-Pichetto por el oficialismo con nuevo nombre y Fernández, Alberto-Fernández, Cristina por la oposición. En el mejor de los casos, quedará un 20% a repartir entre el "camino del medio" que encabezan Lavagna-Urtubey, la izquierda unificada y algún otro. Las posibilidades del tercero parecen reducirse a medida que terminan las elecciones provinciales y sobre todo después de la decisión del fundador, Sergio Massa, de sumarse al kirchnerismo. Los dos grandes presionaron para reunir lealtades y lo seguirán haciendo hasta el fin del proceso. Ninguno de los terceros estará cerca de pasar a una segunda vuelta que se da por descontada. Para ganar en primera haría falta obtener el 45% más un voto o menos del 45 y hasta el 40 con una diferencia de 10 puntos sobre el segundo. Ninguna tendencia actual se acerca a esas cifras. Otra cosa también ha quedado clara: se ha dado muerte a las PASO. Las elecciones Primarias fueron pensadas para que el votante elija los candidatos de cada coalición o partido, es decir, los no afiliados participando de las internas de selección. Para esto hace falta que, cuando menos, se presenten dos opciones por cada bandera. Si esto no ocurre, las PASO pierden sentido siquiera como encuesta para anticipar el humor con vista a las definitivas. Los ciudadanos se verán desalentados de asistir un domingo de invierno para nada, si igual deberán repetir la acción en unos meses con idénticas condiciones. Mirando las listas principales, pocas analogías o metáforas se ajustan tan bien a la política de nuestro país como la que nos trae la computación. En ciertas ocasiones nuestro equipo se satura y comienza a fallar o a hacerse más lento, entonces acudimos a "resetearlo" o a apagar y reiniciar. Se entiende que es como dar un sacudón para que cada cosa vuelva a quedar en su lugar y que cumpla la función original. En nuestro caso, la que se resetea es la dirigencia política. En los últimos años hemos venido viendo cómo se desarman las antiguas estructuras de los partidos tradicionales aunque mantengan los mismos nombres, reconozcan los mismos símbolos y cuenten las mismas fichas de afiliación.

"Las palabras nos separan, las acciones nos unen". Raúl Sendic

En la búsqueda desesperada de una identidad Alberto Fernández, de reciente visita a San Juan sin caravanas de recepción ni vecinos a la vera de ruta esperando su paso, se definió como perteneciente al "liberalismo progresista peronista", categoría que excede al novelista más imaginativo. El peronismo: ¿Es el que representaron Carlos Menem durante los "90, Néstor Kirchner gobernador de Santa Cruz gestor de la privatización de YPF o el chavismo populista de La Cámpora y Cristina? El radicalismo: ¿Es el de la Internacional Socialista de Raúl Alfonsín o el de la Alianza de la Rúa-Chacho Álvarez o el de la transversalidad de Julio Cobos? ¿Estamos asistiendo a una mayor franqueza que ya no divide entre rótulos sino entre principios? Así parecieran indicarlo los recientes discursos del gobernador reelecto de Córdoba, el peronista Juan Schiaretti, del senador Miguel Pichetto, también peronista presidente del bloque mayoritario del Senado y las acciones de gobierno de Sergio Uñac. Capitalismo, exportaciones, industria, minería, división de poderes, libertad de prensa y expresión, relaciones internacionales privilegiadas con USA y Europa, transparencia, equilibrio fiscal, pago de la deuda, promoción de inversiones. Del otro lado, socialismo populista, estatización de empresas, control de cambios, cepo cambiario, regulación de importaciones, retenciones a la exportación, Cuba, Nicaragua, Venezuela, Irán en las relaciones, reducción de la justicia a una dependencia del Poder Ejecutivo, déficit fiscal crónico, eliminación de la prensa libre, sanción de nueva Constitución, juicio a jueces que encarcelaron a políticos corruptos, falseamiento de cifras de la realidad, etc. Ni a Schiaretti ni a Pichetto ni a Uñac se les puede negar la férrea ascendencia peronista, pero seguramente se sienten herederos de la máxima de su líder quien recordaba: "Primero la patria, después el movimiento y por último los hombres". Como prueba de que los representantes de cada idea no están en un solo bando, lo tenemos a Leopoldo Moreau, ex dirigente radical de primera línea transformado en ferviente compañero de Cristina o al propio hijo de Raúl Alfonsín, Ricardito, que en la última convención planteó con su grupo el retorno al populismo con tradición radical, aquél del uso de la Caja PAN (Plan Alimentario Nacional) como instrumento de afiliación de los pobres o de los recursos del Banco Hipotecario para financiamiento de miembros de la "Coordinadora" del "Changui" Cáceres. Este reinicio del sistema parece dejar armados nuevos grupos, algunos reconociendo que nunca debieron estar separados, otros advirtiendo que estuvieron equivocados, otros viendo que el mundo cambió y también algunos que se identifican con el concepto del patriarca uruguayo de la izquierda y del movimiento Tupamaros Raúl Sendic: "Las palabras nos separan, las acciones nos unen". Esta novedad de la política sería bueno pudiera extenderse al sector privado, a los empresarios y los emprendedores: acciones en conjunto sin comprometer la ideología individual, siempre hay algo en que se puede empujar para el mismo lado. De un pasado reciente en que se practicó lo descripto por Menem "si hubiéramos dicho lo que íbamos a hacer no nos votaba nadie", a la situación actual en que hay mayor claridad en las opciones, tenemos por delante una encrucijada que conduce en direcciones opuestas. Estará en nosotros elegir la más conveniente pero ya sin la confusión del Cambalache donde todo aparece revuelto.