San Juan como el resto de las provincias argentinas, se caracterizan en forma patente por una lucha de contrarios. Facciones que se oponen unas con otras y que en contadas ocasiones se unen para hacerle frente a un ideario poco consensuado. Surge entonces la pregunta: ¿prevalece la ideología partidaria o el interés del pueblo? o más claramente ¿se piensa en el bien común a todos o se sectorizan las rivalidades con intereses de puestos o cargos de poder? Cualquiera de las dos preguntas tiene una sola respuesta, la que reclama su validación desde el pueblo ante la clase política, y es que mientras se logra el posicionamiento político anhelado en sus aspirantes, estos no quieren de ninguna manera desprenderse de ese "bienestar de haber sido electo''.


Es deber a todas luces, desde nuestro lugar como residentes naturales de esta Nación, hacer ver a toda la clase política que, antes que ser candidato en una lista, se es ciudadano. Antes que una doctrina partidaria o ideología a fin, está la Constitución Nacional y que antes de una aversión o antipatía por el contrario, todos somos ciudadanos y primero personas, con una identidad municipal, provincial o nacional que conforma en su conjunto el ser argentino.

Es deber, desde nuestro lugar como residentes naturales de esta Nación, hacer ver a toda la clase política que, antes que ser candidato en una lista, se es ciudadano. Antes que una doctrina partidaria o ideología a fin está la Constitución Nacional.

El tercer milenio nos encuentra a todos separados en tendencias. Es que la perversión política no tiene límites. ¿Cuánto más debe soportar nuestro pueblo? Recordemos que antes que una campaña, es más importante la realidad de nuestra tierra, que un modelo de vida sugerido, la voluntad de quien se ofrece para servir. Entonces, ¿porqué citar a una persona en una campaña si la Constitución reza....Dios fuente de toda razón y justicia...., luego, por contrapartida, qué lugar le da el ciudadano a ejemplares patriotas de nuestro suelo. No hablo de partido ni de ideologías, pues, en las caminatas que participé desde hace unas cuatro décadas, decenas de candidatos se mostraron, pero observamos hasta hoy, donde nadie es ejemplo de nada, cada uno deberá dar explicaciones de sus resultados y administración llevada a cabo. Al ciudadano no le interesan los modelos de personas, sino propuestas. Al menos eso debería ser lo evaluado al momento de rendir cuentas a todo un pueblo que confió en aquel, su gobierno o la función pública. La Constitución, La Carta Orgánica Municipal, son normas para cumplirlas y los funcionarios no son modelos; están en función del pueblo y es su obligación ejercer, como la de ser padre, madre, hijo, estudiante, trabajador, esposo, esposa, amigo, amiga, compañeros, empleados, ciudadanos, etc.


A la vista está, hemos sido testigos de repeticiones y fracasos, de oficialismos oportunos y de zigzagueos políticos. Pero todo tiene el límite de la justificación hacia un pueblo agobiado de estándares de soluciones que en definitiva, atentan contra la dignidad laboral, hieren a las comunidades e impactan sobre la familia, célula fundamental de un país.

Por Mario Correa D'Amico
Profesor, filósofo, pedagogo, investigador en Antropología Social.