El Ministerio de Educación de la Nación comenzó a repartir la revista "Educación Sexual Integral. Para charlar en familia”, introduciendo en todos los hogares un replanteo radical del significado de la sexualidad. Muestra que la distinción entre varón y mujer es irrelevante, meramente biológica y puede ser reconfigurada de acuerdo a los propios deseos, dando lugar a la construcción de las diversidades sexuales, todas ellas igualmente válidas fundadas en el "derecho a vivir la propia vida” y en el "derecho a tener una sexualidad placentera".

La sexualidad pierde en este enfoque, su íntima vinculación con el amor y la vida, quedando reducida a "satisfacción de los propios deseos”. Invalidada la diferencia sexual, desaparece el fundamento del matrimonio: el amor complementario entre el varón y la mujer y su intrínseca capacidad fecundante. Con la disolución del matrimonio cae también la estructura constitutiva de la familia que se apoya en él.

La presentación didáctica y persuasiva de las diferentes temáticas y la veracidad de varias de las afirmaciones con las que se introducen los núcleos de esta perspectiva, es muy posible que induzca a muchas familias a una aceptación íntegra de la revista sin advertir el carácter profundamente disolvente que conlleva este enfoque en sus planteos fundamentales. Sobre las relaciones sexuales afirma que es indistinto que se den entre varón y mujer o entre personas del mismo sexo. Se promueve la iniciación sexual indicando que ayuda a la maduración personal, a adaptarse mejor a la vida y a la comunicación con los demás. Y previene a los escolares sobre un posible desacuerdo de sus padres acerca del inicio sexual precoz, enfatizando repetitivamente sus derechos a vivir su propia vida. Llama la atención la liviandad con que se menciona el tema del aborto. Se omite todo comentario respecto a la persona humana indefensa en el vientre materno y con ligereza en el tratamiento del tema habla del embrión como de un "puntito pequeño”.

La familia es por excelencia el lugar privilegiado para la educación. Debería ser también, la primera educadora en todo lo referido al amor y la sexualidad, a través del testimonio viviente de su verdadero significado. Sin embargo, es el Estado quien toma el protagonismo, pretendiendo adoctrinar a las familias en este grave y distorsionado replanteo de la sexualidad.