La recuperación de los ambientes naturales invadidos por el hombre con emprendimientos productivos hasta diezmar la flora y la fauna autóctona, son proyectos ambiciosos y pacientes que están dando excelentes resultados en diferentes reductos salvajes del mundo y con beneficios económicos por el avistaje y el ecoturismo.

Lo más trascendente es la recuperación de la biodiversidad con la reintroducción a su hábitat de especies de la fauna salvaje extinta, con ejemplares criados en cautiverio, en particular en zoológicos, para seguir la trayectoria de sus ancestros en el medio natural. No es fácil, porque un animal cautivo debe someterse a un "aprendizaje” para reflotar la memoria instintiva y poder sobrevivir procurándose el sustento.

El experimento es una realidad en la Argentina, en los pastizales y bañados de Corrientes, donde un ejemplar hembra de yaguareté ha vuelto al ambiente natural a fin de readaptarse a la vida salvaje en la reserva de Iberá. Este tigre imponente, considerado un monumento natural argentino -el mayor predador de América-, fue desplazado del ambiente hasta su extinción, hace unos 60 años, perseguido por la caza furtiva y las explotaciones agropecuarias.

Tobuna, de 14 años, fue cedida por el zoo de Batán, y ya habita en el Centro Experimental de Cría de Yaguareté en la isla de San Alonso, donde llegarán después otros dos ejemplares para completar la adaptación y el ciclo vegetativo. En la reconquista del territorio los resultados han sido exitosos con otras especies amenazadas como el oso hormiguero gigante, el venado de las pampas y el pecarí de collar. Es en un operativo de más de una década y se trabaja en la reintroducción del guacamayo colorado, el tapir y el muitú, todas especies extinguidas.

La experiencia correntina vale para todas las áreas del territorio nacional diezmadas por la caza furtiva y el avance de la frontera agrícola, una por la impunidad y el vacío legal que favorece a los depredadores y otra por la ausencia de controles para evitar la deforestación con usufructo económico. San Juan debe ser parte de un plan ecológico que proteja como bien público a las especies naturales. El mismo resguardo de los camélidos y del cóndor andino debe alcanzar a la fauna de los humedades de Zonda y Médano de Oro, donde proliferaban nutrias y variedades de pájaros, o hacer un relevamiento de los cursos cordilleranos donde la pesca de la trucha era un atractivo nacional. Las vizcachas y el puma también merecen protección normativa.