Las historias de los viajes de retorno de los inmigrantes españoles a su patria de origen no son muchas. Y no siempre felices. Quizás por ello la mayoría de los que volvieron se limitaron a algún viaje de turismo para mirar de nuevo el horizonte eterno de la infancia y primera juventud. Entendieron, como el poeta Juan Conte Grand, que San Juan "es un poema de sequía y fertilidad", pero también, "la tabla de salvación amada y enaltecida, de que habló Sarmiento". Que San Juan es lugar donde "las aguas murmuran dulcemente en acequias y canales de riego, mientras operan el fragancioso prodigio de huertas y frutales, sementeras y vides, en torno a las cuales gira el trabajo, la industria, la economía, las costumbres, el bienestar y los asuntos públicos". Seguramente por todo eso, quienes se afincaron en San Juan sintieron el regocijo de integrase rápidamente con los originarios, y luego vino una larga prole de felices descendientes. Pero hubo quienes volvieron, y entre esos pocos que decidieron explorar las raíces de su alma involuntariamente errante, estuvo José Salvador Arnau Ros. Pepe había llegado a San Juan con poco más de un mes de vida en brazos de sus padres en la década de los años ’50. Desde su Caucete adoptivo descubrió la vida y su futuro en cada presente, el de la niñez y el de la juventud. Hasta que vino el gran descubrimiento personal: su vocación por el periodismo, que cristalizó de un plumazo bajando y subiendo en tres saltos las míticas escaleras de LV1 Radio Colón en los ya desaparecidos estudios de la calle Mendoza. Y también en Canal 8 y medios escritos. "La noticia con José Pepe Arrrnau", anunciaba Alberto Vallejos, maestro de locutores, ante la mirada de su jefe natural Eduardo G. Ciallella y bajo la rectoría de otro sello de la radio grande, Lucho Román, quien supo muy pronto que el "gallego" tenía madera para la profesión. Junto a Mario Pereira y Rony Vargas, hoy modelos de locutores desde Córdoba, tejieron sueños radiofónicos que fueron concretando año tras año en una época dorada de Radio Colón. Ahí también estaba Raúl Riveros Durán (hoy exitoso empresario en Madrid), que desde el área técnica logró destacar en los proyectos radiales. Hasta que en 1985, "er Pepe" miró el reloj de su existencia y las agujas comenzaron a girar al revés: el retorno era un hecho y el destino no podía ser otro que su Gandía natal, allá en Valencia. Como todo país serio, España lo estaba esperando con el documento nacional de identidad español en la mano para entregárselo ¡en 24 horas! Increíble. Y así fue. Tenía ese derecho por haber nacido allí y se cumplía la ley. Pero Arnau había conquistado antes de los 30 años un ángel de la guarda excepcional, auténticamente sanjuanino, de sangre italiana y española, perteneciente a una querida y prestigiosa familia local: Martha Sambrizzi Vélez, inteligente, ejecutiva, simpática y, luego, apasionada empresaria. Más que un ángel, Martha en Valencia fue guía, consejera y rectora de los nuevos pasos familiares y laborales, en un lugar, el de la primera luz de su esposo, que no podía serle extraño. Con ellos Gonzalo, Martín y Juan Manuel, tres varones sanjuaninos que, como su padre, hoy son españolísimos en su hablar, y herederos de virtuosa estirpe. Desde hace más de 20 años, Pepe y Martha son propietarios de un consolidado semanario en Gandía , "Gente de la Safor", además de poseer una moderna imprenta. Más allá del éxito de la pareja y de sus hijos y nietos en la península, en sus corazones siempre clarea San Juan. Pero volver a vivir aquí no aparece como una asignatura pendiente. Será porque el mar Mediterráneo, señor de miles de historias, los abrazó fraternalmente, al tiempo que la montaña sanjuanina, dura y tenaz, nunca los abandonó. Así, en los Arnau-Sambrizzi se mixturan ambos paisajes como romance franco entre la España ancestral y este Valle de Tulum cada día más orgulloso de su devenir.