Los expertos en seguridad vial y las entidades no gubernamentales vinculadas a los problemas del tránsito vehicular, sostienen una verdad incuestionable: si una tragedia se puede evitar, no es un accidente. Es decir, si no ha mediado un imponderable, no se puede culpar a la fatalidad sino a la desaprensión humana.
Esto es lo que ocurre en las rutas de nuestra provincia, en particular las vías troncales del Este y del Sur, donde la presencia de animales sueltos provoca una continuidad absurda de colisiones y vuelcos, con saldos de muertos y heridos de gravedad, además de grandes pérdidas materiales y costosas movilizaciones de los equipos de socorro. A este cuadro se deben sumar los accidentes menores, sin víctimas, pero con destrozos en vehículos que han frustrado los viajes de muchos automovilistas y transportistas.
Sorprende a la opinión pública la pasividad de las autoridades que les compete intervenir directamente en el tema, así como otros entes que deberían involucrarse de oficio, como la Justicia de Faltas y la Defensoría del Pueblo, frente a hechos reiterados como son los que vienen ocurriendo en las rutas 141, 20, 147 y 40 y particularmente localizados en Bermejo, Marayes, El Encón y San Carlos. Más grave aún cuando se conocen quienes son los puesteros y lugareños que largan sus manadas y arreos para que pasten en las banquinas o crucen las carreteras en busca de agua.
La captura de los animales para su posterior subasta, la detención de los dueños y el "rifle sanitario", han sido algunas de las soluciones aplicadas en otros lugares del país, cuando no se pudieron afrontar los onerosos alambrados perimetrales. Pero en San Juan hay que hacer algo, y urgente.
