Jesús ha realizado en su vida terrena, milagros significativos como el de la multiplicación de los panes y los peces, calmando el hambre de miles de personas con su don. El hecho que en los Evangelios encontremos seis relatos sobre esta acción prodigiosa, indica que en la primitiva comunidad cristiana el gesto había impresionado fuertemente (cf. Mt 14,13-21; 15,32-39; Mc 6,30-44; 8,1-10; Lc 9,10-17; Jn 6,1-13). Detrás de esta acción descubrimos la compasión de Dios por las necesidades materiales y espirituales del hombre. La primera lectura de hoy (Is 55,1-3) describe con imágenes concretas, la ternura de Dios que se hace presencia, socorriendo a todos los que no tienen medios para subsistir. El Salmo 144 canta al Señor porque "es bondadoso y compasivo con todas sus criaturas, y porque abre su mano y colma de favores a todos los vivientes". En el evangelio de este domingo (Mt 14,13-21) descubrimos tres caminos: el de la interioridad, el de la alteridad y el de la gratuidad.


1.- La interioridad: "Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie" (Mt 14,13). El desierto era el lugar al que Yahvé invitaba a su pueblo por medio de los profetas, para "hablarle al corazón" (cf. Oseas 2,14). Jesús se retira allí dándonos el ejemplo de lo que se debe hacer cuando se quiere que Dios nos eduque el corazón en la vivencia profunda de la intimidad. El desierto es una dimensión interior en la que descubrimos lo necesario y lo esencial, despojándonos de todas las categorías humanas sobre las cuales fundamos nuestra vida. Despojados de las ambiciones; de la "carrera" a cualquier precio; de lo útil y del interés, dejamos lo relativo para encontrarnos con el Absoluto. Mateo deja entrever que la fundamental paz del corazón se adquiere con el coraje de apartarse de las tareas y preocupaciones cotidianas, para gustar interiormente la comunión con Dios a través de la plegaria en la que encontramos siempre el sentido y los criterios de nuestro cotidiano actuar. 


2.- La alteridad o búsqueda y encuentro del otro: "Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre, y compadeciéndose de ella, sanó a los enfermos. Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: 'Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud, para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos". Pero Jesús les dijo: 'No es necesario que se vayan, denle de comer ustedes mismos" (Mt 14,14-16). El principio de acción del Maestro es su "compasión". Esta palabra, en hebreo (hesed), hace alusión a las "vísceras"; a la "entraña materna", y es la cualidad fundamental del Dios amor que lo lleva a inclinarse sobre el hombre, para susurrarle al oído la fuerza de su Palabra y socorrerlo en su debilidad. Este acompañamiento tierno y suave de Dios no se da sólo en algunos momentos, sino siempre, puesto que "es eterna su misericordia" (Salmo 136). El texto de hoy afirma que Jesús "curó a los que estaban enfermos". Curar es un verbo que en griego significa "veneración"; y el término "enfermo", indica al que "no puede mantenerse en pie". Así es la compasión de Dios: actitud de respeto delicado hacia quien está postrado por el dolor o la prueba, para ponerse nuevamente en camino. 


3.- La gratuidad: "Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas. Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños" (Mt 14,19-21). Es el evangelio de la desproporción. ¡Qué son cinco panes y dos pescados para alimentar a una muchedumbre! Pero el Señor para hacer el milagro, no crea el pan de la nada. Se sirve de esa pequeña e insignificante cantidad, para demostrar que él, si sabe sacar las cuentas. Su lógica divina no es como nuestra necia matemática. Para nosotros eso no es nada, y para él es más que suficiente. Cuando "mi" pan llega a ser "nuestro" se produce el milagro. Sobran doce canastos: como indicando que hay una canasta para cada mes del año. ¡Con Dios nunca falta el pan! Tendremos que incorporarlo a Jesús en nuestras apremiantes situaciones, y descubriremos que cinco panes, más dos peces, más el Señor: ¡milagro! El milagro como el que el Hijo de Dios hace este domingo, es expresión de que su don gratuito lo parte y reparte diariamente para que todos quedemos siempre saciados. 

Por el Pbro. Dr. José Manuel Fernández