El fuerte temblor que ayer despertó a los sanjuaninos, en plena madrugada, nos sacudió (más que la cama o el piso) la conciencia sísmica que no debemos subestimar. Por ausencia de movimientos telúricos de origen local de elevada magnitud, en este caso 4,7 grados en la escala de Richter, según el informe oficial, en los últimos tiempos se ha venido bajando la guardia en esta tierra de severas contingencias sísmicas.

Este temblor, de grado cinco de intensidad en la Ciudad de San Juan, en la Escala Mercalli Modificada, y con epicentro a 13 kilómetros al Sudoeste, en la zona de La Rinconada, Pocito, es el segundo que se produce a tan sólo 10 kilómetros de profundidad en una semana, con réplicas inadvertidas para la mayoría de los habitantes, y nos están diciendo que debemos mantener una alerta permanente en nuestras actitudes. Más en las áreas encargadas de las emergencias sociales observando los protocolos y sistemas aplicados a las circunstancias.

Mantener latente la cultura sísmica implica un resguardo ante lo inesperado, de activación inmediata para que las consecuencias del evento sean las menores posibles en la población, tanto en las personas como en sus bienes. La construcción sismorresistente de San Juan ha dado pruebas contundentes de seguridad, desde el colapso de 1944; por ello estos acontecimientos sólo quedan en el comentario, sin reportarse daños ni víctimas, como ocurrió ayer.

Lo importante es no relajarse porque todo haya pasado sin hechos que lamentar y, por el contrario, repasar cada paso a seguir en procura de la seguridad. Las autoridades son las más comprometidas frente a acontecimientos que no les deben tomar por sorpresa y menos desguarnecidas.