El papa Francisco anunció que declarará próximamente "doctor de la unidad" a San Ireneo.

El Papa lo había anunciado el 7 de octubre pasado hablando al grupo mixto de trabajo ortodoxo-católico, dedicado a san Ireneo: "Con gusto declararé al patrono de ustedes, doctor de la Iglesia". Y ha llegado el momento. El cardenal Marcello Semeraro, prefecto de la Congregación para las causas de los santos, ha propuesto a Francisco "acoger positivamente el parecer afirmativo de la sesión plenaria de los miembros del dicasterio, sobre el conferir el título de doctor de la Iglesia universal a San Ireneo". Y la respuesta, no se hizo esperar: en esta primavera, Ireneo obtendrá ese reconocimiento mundial. 


Pero, ¿de quién estamos hablando? ¿Quién fue y qué hizo Ireneo para semejante título? Veamos su vida. Nacido en Asia Menor, probablemente en Esmirna entre el 135 y el 140, fue alumno de san Policarpo, Ireneo se transfirió hacia las Galias, donde ejerció el ministerio sacerdotal y luego sucedió como obispo de Lyon a Potino, muerto mártir bajo Marco Aurelio. 


Enviado a Roma pocos días antes de las persecuciones que le costaron la vida a su predecesor, a Ireneo le dieron la responsabilidad de gobernar como único obispo de la naciente iglesia en toda las Galias. Un verdadero pastor con "olor a oveja". Según la tradición fue martirizado en el año 202.


Capaz de unir la profundidad de la reflexión teológica con la simplicidad de vida, san Ireneo es recordado sobre todo como un adalid en la lucha contra las herejías de su tiempo. En los cinco libros dedicados a replicarlos (Adversus haereses) se puede apreciar la claridad de la exposición bien articulada y además enriquecida con su vida de pastor entregado a su pueblo. 


A él se refirió el papa Benedicto XVI durante la Audiencia general del 28 marzo de 2007. "San Ireneo tenía el sentido de la medida propio del buen pastor, y también la riqueza de la doctrina, el ardor misionero". En cuanto a la lucha contra las herejías -agrega Ratzinger- "basándose hondamente en la doctrina bíblica de la creación", rechazó el "dualismo y el pesimismo gnóstico que menospreciaban las realidades corpóreas" y enalteció "decididamente la originaria santidad de la materia, del cuerpo, de la carne, no menos que del espíritu". 


Aún en la dureza de la dialéctica doctrinal, Ireneo fue de todos modos un hombre de diálogo, capaz de rescatar lo mejor de otro pensamiento y conjugarlo con la sana doctrina que se estaba elaborando. Su nombre mismo testimonia ese espíritu conciliador, que como ha recordado el papa Francisco el pasado octubre, "lleva impresa la palabra paz", presente en la raíz griega "eirenaios" que significa pacífico, constructor de paz". Y no por obra del azar, el título por el cual será invocado san Ireneo, será el de "doctor de la unidad". 


Una última cuestión: ¿a quién se le concede el noble título de doctor de la Iglesia? A quienes a lo largo de su vida fueron personalidades eminentes, que con el propio testimonio y los propios escritos, han defendido la ortodoxia cristiana.

Por el Pbro. Dr. José Juan García 
Vicerrector de la Universidad Católica de Cuyo