José de San Martín y Manuel Belgrano, patriotas despojados de ambiciones personales.


El General José de San Martín nació en el año 1778 y Manuel Belgrano en 1770. Quizás ambos próceres contemporáneos estaban predestinados para complementarse. Manuel Belgrano creó nuestro pabellón nacional y San Martín lo llevó triunfante a través de los Andes para liberar tres naciones. Los dos patriotas, artífices de la independencia, mostraron espíritu de orden y disciplina, tenían predominio de principios y ambos carecieron de ambiciones personales. Indiferentes a la política interna en época de Triunvirato, poseían identidad de ideas, ajenas a divisiones mezquinas. Pusieron toda su energía, concentraron todos sus esfuerzos en el ideal de emancipación. El Gran Capitán admiraba la generosa elevación del carácter de Belgrano y el creador de nuestra bandera destacaba en el Héroe de los Andes ese tacto seguro para juzgar a los hombres y saberlos liderar. Manuel Belgrano recibía cartas de San Martín con nociones de estrategia militar y al contestarle, le manifestaba su admiración, considerándolo el genio tutelar de América del Sur. En enero de 1814 se encontraron en un histórico abrazo en la Posta de Yatasto, en la provincia de Salta. El vencedor en Salta y Tucumán dejó la fecunda semilla de la instrucción y nos legó el símbolo de nuestra identidad. El Padre de la Patria superando las más arduas dificultades, aseguró la libertad de Argentina , Chile y Perú. En ambos había abnegación, patriotismo, perseverancia y desinterés por los reconocimientos individuales. Escribieron las páginas solemnes de la Historia con entrega y austeridad. Brillaron y brillarán siempre como hombres de acción y de pensamientos fecundos. Pusieron su vida al servicio de la libertad de la Patria. Fieles a los objetivos trascendentes, San Martín y Belgrano buscaron la luz entre las tinieblas y enfrentaron muchos escollos por sus ideales patrióticos. Bartolomé Mitre dijo que si Manuel Belgrano era acreedor de la corona cívica, el General José de San Martín era digno de la palma del triunfador.

Por Fanny Escolar de Siere
Profesora en Letras