Estos dos últimos años están signados históricamente por dos hechos liminares, inherentes y gloriosos. Uno fue el bicentenario de nuestra independencia y el otro, que estamos conmemorando, es el cruce sanmartiniano.

Es indudable que sin el Libertador y otros prohombres, no se hubiese llegado al 9 de julio de 1816, cuyo nombre histórico fue "Congreso Nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata", a posterior se lo llamó "Congreso de Tucumán". Retomando el tema del General José de San Martín, llegado este en 1812 al puerto de Buenos Aires, junto con otros militares, traía consigo su idea libertaria, y el impulso primordial para actuar rápidamente. Su maniobrar en desbaratar cualquier idea o movimientos que atentaran o pusieran en peligro la revolución y la futura independencia, fue manifiesto. Las ideas de los filósofos de la Ilustración que llevaron al estallido de la Revolución Francesa, eran perfectamente conocidas por él.

Estas doctrinas fascinaron su brillante mente al iniciarse, en 1808, en la Logia Integridad de Cádiz, luego integró la Logia Caballeros Racionales Nº3 y en esta tierra la Logia Lautaro, a ella pertenecían varios diputados que participaron en el Congreso. Con desconfianza y recelo el gobierno de Buenos Aires le encomendó la creación del Regimiento de Granaderos a Caballo. Luego iría al norte, donde advirtió que aquel gaucho llamado Martín Miguel de Güemes y sus huestes era suficiente para repeler a los godos. Sabía que era requisito indispensable la declaración, de la independencia, antes de iniciar su epopeya.

Es conocida aquella carta que le envió a su amigo del alma, Tomás Godoy Cruz, donde le expresa: "¡Hasta cuándo esperamos declarar nuestra independencia! ¿No le parece a usted una cosa bien ridícula, acuñar monedas, tener el pabellón y cucarda nacional y por último hacer la guerra al soberano de quien en el día se cree dependemos? (...) Veamos claro, mi amigo; si no se hace, el congreso es nulo en todas sus partes, porque reasumiendo éste la soberanía, es una usurpación que hace al que se cree verdadero, es decir, a Fernandito...". San Martín celebró el inicio de las sesiones del Congreso, a comienzos de 1816, pues este hecho tuvo el mérito, como dice José Pacifico Otero de "romper con un disimulo político que afectaba a la naturaleza de la revolución argentina y de señalar a la faz del orbe que las Provincias Unidas del Río de la Plata eran, por voluntad de sus habitantes, soberanas e independientes..."