Jesús salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. El se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos. Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús curó a muchos enfermos, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él. Por la mañana, antes del amanecer, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando. (Mc 1,29-39).

Este texto pertenece a la primera parte del evangelio de Marcos (1,14-8,30), consagrada a dar respuesta al interrogante respecto a la identidad de Jesús. En ella se describe una jornada tipo en su vida diaria. De la sinagoga sale hacia la casa de Simón y de Andrés. De allí parte hacia la ciudad, y de ésta a la calle. Saliendo de la sinagoga se va a una casa. Es significativo el hecho que el término "casa", (en griego: "oikia"), es siempre en el evangelio de Marcos, el lugar donde Jesús realiza su obra y donde enseña a sus discípulos (cf. 7,17). De gran consuelo para nosotros, es el saber que nuestro hogar no es un sitio extraño para Dios. Es el ámbito donde su Hijo actúa sin dificultad, por lo cual debemos aprender a abrirle la puerta, de modo que entrando, realice las maravillas que él siempre está dispuesto a obrar. En ese hogar hay una persona que está sufriendo: se vive una realidad que altera la relación entre los que allí viven: la convivencia, los afectos, los proyectos y los comportamientos. Jesús no dice nada; no abre la boca. Si en la sinagoga, poco antes ha enseñado, en la casa de Simón permanece en silencio. Es que frente al dolor no hay que hablar, sino simplemente callar y acompañar. La suegra de Simón: está "en cama" y "con fiebre". Jesús sin emitir palabra, se acerca, le toma la mano y la hace levantar. Ella se pone inmediatamente a servir a sus visitantes. 

El estado febril indica el peligro de su salud. En efecto, en Jn 4,52 la fiebre es signo de una enfermedad mortal; peligro enfatizado por el comentario: "estaba en cama". Cura a la enferma en virtud de su poder divino. Se trata de una "resurrección", como lo indica el verbo griego "egerein", adoptado para señalar que "la hizo levantar". Otro matiz enriquecedor es el del participio griego "proselthon": "Acercándose". Jesús es quien toma siempre la iniciativa de detenerse y acercarse a nosotros cuando estamos necesitados de su divino consuelo. Una vez curada, la suegra de Pedro "se puso a servirlos" (en griego: "diakonein"). La intervención prodigiosa y eficaz, la habilita para servir a Dios en el prójimo. Jesús llega a la casa de la humanidad, a nuestra tierra, y encuentra una humanidad enferma de la fiebre de las ideologías, las idolatrías, y el olvido de Dios. El Señor nos da su mano, nos levanta y nos cura. Y lo hace en todos los siglos; nos toma de la mano con su palabra, y así disipa la niebla de las ideologías y de las idolatrías. Nos toma de la mano en los sacramentos: nos cura de la fiebre de nuestras pasiones y pecados mediante la absolución en el sacramento de la Reconciliación. Nos da la capacidad de levantarnos para estar delante de Dios y de los hombres, sirviendo. El agradecimiento se vuelve servicio silencioso.

La puerta de la casa de Simón se encuentra obstruida por enfermos y endemoniados, "y la ciudad entera se reunió delante de la puerta". Jesús no se desentiende de la humanidad doliente. "Curar" es la traducción del verbo griego "therapèuo" y significa además, "hacerse cargo". Es curioso, ya que para "curar", Marcos emplea en su evangelio el verbo "iáomai". Aquí, en cambio, es algo más. La curación de Jesús es milagrosa. No son muchos los cristianos capaces de curar, pero todos los cristianos podemos "hacernos cargo" de quienes sufren, y allí está el milagro.

Luego de esto, Jesús se retira a un lugar solitario para orar. Es un exquisito detalle de la jornada de Jesús que revela profundamente su persona. Orar es necesario para dar sentido y contenido al obrar. Rezar es lo que me ayuda a "sintonizar" con Dios, me hace pasar de AM a FM. La fuerza del hombre es la oración, y esta es la debilidad de Dios. Es que Dios es débil sólo ante la plegaria confiada del que sufre y del que pide fuerzas para ayudar al sufriente.