Tras meses de negociaciones entre las grandes potencias y del desaire de Estados Unidos a la gestión de Brasil y Turquía con Irán, el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobó la ampliación de las sanciones contra el régimen en Teherán por seguir con su controvertido programa nuclear, sospechado de perseguir fines militares.

Las sanciones no son todo lo duras que Estados Unidos y la Unión Europea habrían deseado, porque han tenido que vencer las reticencias de otros miembros permanentes del Consejo de Seguridad, como Rusia y China, pero incluso estas dos potencias, que mantenían hasta el último momento una manifiesta simpatía hacia Teherán, han comprendido que la política de proliferación de armamento nuclear del régimen islámico es un riesgo intolerable y se han sumado al consenso.

Irán es el cuarto productor mundial de crudo, sería un embargo petrolero, pero nadie está dispuesto a asumir los riesgos que tal camino implicaría: mayores problemas de abastecimiento en momentos en que el mundo se está recuperando de una fuerte recesión; el rechazo de China, principal socio comercial de Teherán, y que el aislamiento de Irán podría empujar a sus líderes a desarrollar una bomba nuclear.

Para colmo, esta votación llega justo una semana después de que Estados Unidos presionara para que el Consejo no emitiera una dura resolución condenatoria a Israel por su ataque a una flota humanitaria que iba camino a la Franja de Gaza. Los nueve activistas que murieron en el asalto militar eran turcos. Este accionar para ejercer su voluntad dentro del Consejo de Seguridad le resta credibilidad a Estados Unidos en Turquía, uno de sus principales interlocutores en el diálogo entre Occidente y Medio Oriente, y le hacen perder legitimidad mundial al Consejo de Seguridad.

Hay dudas sobre e efecto de la cuarta resolución de la ONU en cuatro años, si se juzgan las anteriores, centradas en progresivas cortapisas financieras, mientras tanto Irán puso a punto los mecanismos para burlar la eficacia de las sanciones.

El régimen teocrático, con un acreditado historial de ocultaciones y mentiras a propósito de sus actividades nucleares pretendidamente pacíficas, ha tenido siempre la iniciativa y marcado los tiempos a sus interlocutores occidentales.