Este 2014 es uno de los años más cálidos desde que comenzó el registro de temperaturas ambientales en el mundo, lo que confirma la tendencia del calentamiento a largo plazo del planeta, según un estudio de la Organización Mundial de la Meteorología. Este adelanto apunta a servir de base en las negociaciones sobre el cambio climático que se desarrollan en Lima y no deja dudas acerca del punto de no retorno si no se adoptan medidas urgentes.
De lo contrario las emisiones de gases de efecto invernadero sin precedentes y de alta concentración en la atmósfera, presagian un futuro incierto para la humanidad si es que puede sobrevivir en un planeta inhóspito. Es que ya no hay hipótesis sino certezas absolutas de que la temperatura media mundial del aire sobre las superficies terrestre y del mar, de enero a octubre pasado, fue superior en 0,57 grados centígrados a la media del periodo de referencia 1961-1990, que fue de 14 grados. Además, las temperaturas en los diez primeros meses de este año fueron 0,09¦C superiores a la media de la década anterior (2004-2013) y si los registros de noviembre y este diciembre mantienen la tendencia, 2014 sería el año más caluroso jamás registrado, advierte el organismo de la ONU.
Por otra parte se han alterado o desaparecidos los ciclos puntuales, como el fenómeno de El Niño, una respuesta atmosférica a partir de las temperaturas de la superficie del mar en la parte oriental del Pacífico tropical combinadas con la presión atmosférica. Estas condiciones no se dieron en los últimos años, con ausencia de precipitaciones en la cordillera sanjuanina, origen de la persistente sequía en nuestra provincia. El desequilibrio es tan marcado en esta parte del continente que en mayo y junio pasados el total de las precipitaciones superaba en un 250% la media en Paraguay, el sur de Bolivia y partes del sureste de Brasil, causando inundaciones catastróficas.
El panorama se agrava aún más al comprobarse que el retroceso de los glaciares se acelera rápidamente en distintas partes del mundo, lo que supone una grave amenaza de inundaciones y desastres naturales, así como la pérdida de especies y reservas de agua dulce. Los glaciares de la Cordillera Blanca de Perú, disminuyeron en un 22% entre 1970 y 2003, mientras que en el mar de Amundsen, al Oeste de la Antártida, la pérdida anual ha sido de 83.000 millones de toneladas de hielo desde 1992. Sólo la racionalidad del hombre puede paliar ahora el daño que ha causado al hábitat.