Los argentinos terminamos en 2010 doscientos años de vida, con un crecimiento de 7,8% y un nivel de inversiones físicas de más del 21% del PBI, un fuerte dinamismo en el consumo y altos precios de nuestras materias primas básicas. También es cierto que concluimos un año con un enorme gasto público de 160.000 millones de dólares, insostenible en el tiempo.

Para alargar su financiamiento se recurrió al impuesto inflacionario, que debe ser cada vez más alto para sacarle poder de compra a familias y empresas, y pasarlo al sector público. La alícuota o tasa del impuesto inflacionario, está en el 26% anual y sólo del 11% para los productos regulados: agua, luz, gas natural, transporte, entre otros. Estas distorsiones deberían corregirse en 2011 o, al menos, indicarse de qué manera se las va a enfrentar para dar credibilidad a la gestión económica.

Sin embargo, en este año electoral es muy difícil que se encaren soluciones de fondo para estos problemas que vienen postergándose desde 2002, porque la salida es bastante impopular aunque necesaria. La pobreza llegó a superar el 50% en 2002 y ahora bajó, contando el costo de vida real, hasta un 32%, pero sigue siendo muy alta, ya que en 1983 estaba alrededor del 7 por ciento. Esto sólo se arregla con crecimiento, y se soluciona con inversiones masivas, si se genera la confianza que actualmente no existe. No se soluciona la pobreza con subsidios, aunque vaya paliando sus efectos más negativos.

Hoy existen unos 4 millones de trabajadores en la informalidad, más que los que trabajan en el sector privado formal, y ésta es una realidad que hay que cambiar sin retrasos. En 1910 estábamos prácticamente muy cerca de los principales países en PBI "per capita'' y la separación después de cien años es en nuestra contra. En los doscientos años de vida de Argentina, estamos relativamente bien, ya que iniciamos nuestra nación con unos 1000 dólares "per capita'' y hoy estamos en los 10.000: hemos crecido 10 veces y esto es positivo. Pero cuando nos comparamos con otros países productores de materias primas, la realidad es diferente. Estados Unidos creció 30 veces, y Australia y Canadá 25 veces. Esto nos hace pensar que hay que redoblar el esfuerzo para recuperar el terreno perdido.

Muchos argentinos dejaron el país en estos últimos años porque aquí no veían proyecto. El interrogante actual es qué se les ofrecerá a partir del próximo año para recuperar la esperanza, crecer con dignidad y sin zozobras constantes.